RECONSTRUCCION
MORAL
En Correo publicado el 14 04 17
No será solo
reconstruir habrá que construir sin repetir los errores. Ni la ocupación
territorial indebida. Ni la prevención ignorada por las sucesivas
administraciones. Construir infraestructura vial y edificaciones seguras, casas,
carreteras y caminos con planificación y asesoría, sin pobreza ni exclusión.
Una tarea
que se dice rápido pero es inmensa. El Niño ha demostrado los efectos de la
incapacidad y la irresponsabilidad de autoridades, personas, empresas e
instituciones y lo ha hecho al altísimo costo de ciudades enteras destruidas y
miles de familias refugiadas en su propio país, sin vivienda, alimentos, salud,
agua, electricidad y otros servicios básicos.
Las
torrenciales lluvias han motivado el desborde de los ríos que han arrasado las
viviendas instaladas en zonas de riesgo ocupadas por los pobres que han unido
la precariedad a la marginación, la extrema pobreza a la desocupación. Les han
permitido hacerlo y eso es un gran monumento a la desidia y la inmoralidad en
la función.
Vemos poblaciones
sumergidas en el lodo que lo han perdido todo y ahora están expuestas al hambre
y a las enfermedades. No ha habido previsiones elementales ni sentido del
servicio público en las autoridades que en su totalidad están cuestionadas. Terminará
la emergencia y comenzará la reconstrucción pero las nuevas ciudades que
surgirán deberán responder al interés social para no volver a lamentarnos de la
corrupción de autoridades y funcionarios que también deberían ser reconstruidos.
Nada fácil. Thorne
ha dicho que lo primero será la transparencia, pues “no podemos caer en casos
de corrupción como
en el pasado”. Lo segundo la focalización, “el dinero que entreguemos debe
llegar directamente a la gente que lo necesita”. Y lo tercero es la rapidez,
pues “tenemos que ejecutar los proyectos de reconstrucción en plazo
relativamente corto”.
Necesitamos algo
como una reconstrucción moral de la cual todavía nadie habla porque estamos
viendo el huayco físico pero todavía no sabemos o no apreciamos la dimensión
del Huayco moral llamado Odebrecht con un daño que no termina, que sigue sin
anunciar a cuántos políticos, empresarios y funcionarios dejará fuera de juego.
El drama puede ser mayor al que tememos o esperamos. Porque una sociedad sin
élites dirigentes es una sociedad descabezada.
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