EL DESENCANTO DE LOS JÓVENES
Publicado en Correo el 20-12-14
La protesta de los jóvenes contra la abusiva ley del
trabajo que los afecta es un indicador de su protagonismo que pocos advierten
pero es una realidad. Solo el gobierno y los partidos -que se han atrevido a
votar una ley que los desafía- no quieren darse cuenta de su despropósito que
toca a más del 50% del electorado de un país joven desilusionado de la política
y tal vez de la eficacia de la democracia.
Discurso y demagogia están emparentados con la política
que deja la ética en el desván, contra la doble moral y el gobierno de las
apariencias. Los jóvenes quieren creer pero no los dejan mostrando una y otra
vez que los políticos predican una cosa y hacen otra. Los jóvenes quieren
participar en los partidos pero no les permiten. Los sexagenarios no sueltan
los liderazgos y no abren espacios de actividad orgánica, tampoco los convocan
con actividades atractivas para la renovación necesaria. Los jóvenes quieren
ingresar a los medios para hacer algo en este innegable escenario de la
política pero los cupos para ellos parecen en exceso limitados.
Esa es la realidad de nuestros jóvenes que bien podrían
irrigar con sangre nueva nuestra política cotidiana, excluyente, avejentada
cuando no vulnerable a la corrupción. Como docentes los vemos en las
universidades, entusiastas, muy responsables cuando reciben una tarea importante que cumplen
a cabalidad. Que necesitan debatir para asimilar y defender los valores de la
democracia, escuderos de lo que tanto nos costó recuperar el año 2000 después
de la década nefasta del fujimontesinismo.
Cuidado. En su gran mayoría esos jóvenes ciudadanos ni
siquiera habían nacido el 5 de abril, no saben de las tropelías, inmoralidades,
crímenes y aberraciones que vivimos y lo difícil que fue rescatar el país de
quienes lo habían tomado como botín. La desmemoria permite a las “estrellas”
del fujimorismo de ayer, reescribir hoy la historia a su favor, para
convertirse en predicadores de la moral que no tuvieron en esos tiempos. Estos
jóvenes están justamente irritados por una ley que los coloca como ciudadanos
de segunda. Y lo hace un gobierno que logró votos mayoritarios ofreciendo
progresismo y honestidad y ahora no les da ni lo uno ni lo otro.
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