EL MENSAJE PRESIDENCIAL
El discurso presidencial del
28 no aterrizó, no llegó al ciudadano común especialmente en los rubros de
educación, seguridad y salud. Habló de la reforma de la salud a sabiendas que los
médicos del MINSA están más de dos meses en huelga sin que nadie en el gobierno
se hubiera dignado atenderlos. Ana Jara con buenos reflejos decidió
inmediatamente dar solución al problema. Según Humala estamos en el mejor país
del mundo, con el mejor gobernante y las más altas inversiones públicas, en
plena bonanza fiscal. En la realidad requiere asumir que todo lo prometido
requiere financiamiento y que estamos creciendo a menos de la mitad que hace
algunos años. Habla de inclusión, de modernización, de tecnología pero no es
tan creíble para los ciudadanos ni para la inversión privada dramáticamente
disminuida.
El gobierno debe reconquistar confianza para su último año de gestión efectiva. Apostar por las instituciones y por poner orden en su familia y en su partido que coinciden en espacios. Le toca decidirse por la concertación y no por la confrontación. Pidió democratización a los partidos pero en el suyo serias fisuras por exceso de verticalidad y poder fáctico podrían poner en riesgo la investidura del gabinete Jara.
Acertado su pedido de diálogo que
ojalá concrete la Premier Jara convocando a las principales fuerzas políticas. Para
dejar de lado la consigna y recuperar los modales democráticos cuya ausencia ya
ha debilitado la gobernabilidad del Congreso y podría fragilizar la estabilidad
de la democracia.
Estamos
ante una atmósfera de buena voluntad con nuevas promesas cuyo cumplimiento se anuncia
difícil si persisten los vientos de fronda. Le corresponde a Ana Jara -la
primera presidenta del Consejo de Ministros del partido de gobierno- aplicar su
estilo y no dejarse disciplinar desde Palacio. Bien que haya desmentido la
postulación de Nadine de Humala en el 2016 lo que en teoría debería apaciguar
los ánimos. Pero con un Congreso fragmentado y con nacionalistas díscolos, tiene un tablero
más complicado que sus antecesores. Su clave estará en demostrar la
independencia del poder fáctico de la esposa del presidente, algo que René
Cornejo juró y rejuró pero no cumplió. ¿Será posible o es pedir política
ficción?
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