EL
RECHAZO A LA SABIDURÍA
Correo 11 de julio del 2014
Ollanta Humala promulgó la Ley Universitaria sin observaciones. El entuerto ha sido consumado. Nuestro Presidente no se dio el trabajo de leer uno de sus peores artículos, el que pone fin a la carrera universitaria a los 70 años. Absurdo, retrógrado, crepuscular, atrasado, sin visiones ni ambiciones, sin sueños de grandeza, con mezquindad que indigna, los legisladores descartaron de un irresponsable plumazo las vidas profesionales de maestros dedicados a transmitir sus conocimientos acumulados a los jóvenes que comienzan a vivir. En todos los países que progresan el saber es la base de la movilidad y el ascenso social. Con la nueva Ley, el docente dedicado al estudio deberá frustrar su entrega y su deseo de legar a sus jóvenes estudiantes lo que le costó años asimilar. Nuestros competentes representantes han tirado por la borda la habilidad adquirida de los maestros mayores para plantear los interrogantes a los jóvenes que plenos de ansiedades no tienen guía suficiente para conformar esa ciudadanía deseable, siempre dispuesta a reflexionar y solucionar los grandes problemas de nuestro país.
Ni
siquiera se enteraron los obcecados congresistas de las múltiples ejecutorias del
Tribunal Constitucional que rechazan el límite de edad para el retiro de los
docentes universitarios. De magistrados que supieron valorar la experiencia y
la sapiencia que no se improvisa. Todos mis ilustres catedráticos, en el Perú y en Francia, pasaban largamente de
esa edad y no puedo sino agradecerles sus valiosas lecciones de vida. En su
nombre debo protestar por este atropello que viola la intangible misión
educativa y el fundamental derecho al trabajo de los docentes universitarios, el
que solo puede ser restringido por la inhabilitación física o mental pero
nunca, nunca, por la edad. Que miren hacia otros países para que aprendan a
honrar la ilustración, los estudios y la preparación de los que si saben y que
nunca ingresarían a las universidades con la inopia, la soberbia, la intolerancia
y el ímpetu avasallador y vertical que han demostrado deplorablemente nuestras
autoridades.
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