DIOSES, DIABLOS Y FIERAS,
PERIODISTAS EN EL SIGLO XXI
EL
SIGUIENTE ARTÍCULO SERA PUBLICADO EN LA REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE PERIODISMO
JAIME BAUSATE Y MESA. ES UN RESUMEN DE MIS PRESENTACIONES DE DIOSES,
DIABLOS Y FIERAS, PERIODISTAS EN EL SIGLO XXI, QUE HASTA LA FECHA SE HAN
REALIZADO TRES EN LIMA Y DOS EN AREQUIPA Y CAJAMARCA. ESTAS DOS ULTIMAS GRACIAS A LA GENEROSIDAD
DEL GENERAL LEONEL CABRERA COMANDANTE GENERAL DE LA REGION SUR Y A ROBERTO
MEJIA ALARCON, PRESIDENTE DE LA ASOCIACION NACIONAL DE PERIODISTAS.
El
título del presente artículo es el de mi libro publicado por el Congreso de la
República en marzo del presente año (2013). Entre la docencia universitaria y
el periodismo, atravesamos una ruta vital fascinante cuyas lecciones he tratado
de plantear desde la investigación y de nuestra larga práctica profesional. Y
lo hacemos en un momento en que la sociedad está obligada a rescatar la
confianza en sus valores y en sus líderes. Estos apuntes van en este sentido.
Este
libro -tan generosamente comentado ha merecido diversas presentaciones tanto en
Lima como en provincias- trata de las relaciones entre los poderes político y
mediático. El político, legitimado por las formas democráticas, que se ejerce
con los contrapesos que la
Constitución y las leyes establecen, y el mediático, que se
impone y ejerce sin contrapesos en un universo donde los medios pueden ostentar
tanta importancia y gravitación como cualquier Estado nacional e incluso
competir con él.
Ambos
poderes actúan en democracia y deben hacerlo en equilibrio pero no siempre es
así. El reconocido escritor anglo alemán Ralf Dahrendorf abordó la amenaza de
una democracia sin demócratas. Nos previno en el 2001, de la tentación que
encarnaba Silvio Berlusconi al ver como el poder político podía surgir del
mediático con todas las distorsiones posibles.
Dahrendorf vio venir un autoritarismo progresivo, o
un populismo de baja intensidad, de la mano del soporte de una serie de poderes impropios de raíz mediática que,
desprovistos de controles institucionales democráticos, dirigirían sus dardos
populistas contra el parlamentarismo o contra el mismo sistema democrático. El
objetivo sería impulsar la desapropiación soberana de la representatividad de
la clase política y del Parlamento, y sustituirla por nuevos intermediarios
que, convertidos en tribunos de la opinión, utilizarían al «pueblo contra el
pueblo», y lo harían renunciar a «un control informado, cotidiano y permanente
sobre la dirección de la cosa pública».
Por
eso buscamos con DIOSES, DIABLOS Y FIERAS, impulsar un debate sobre el mejor
periodismo posible para nuestros países. Y lo hacemos con la firme convicción de
que mejores periodistas haremos mejores sociedades. Porque manejamos esa
información que permite al ciudadano ubicarse en su realidad, que alimenta el
cuerpo social, que coloca ideas en sus mentes, que modela pensamientos y genera
la energía que necesitamos para construir.
¿Cuáles
han sido los objetivos de este libro?. En apretado resumen podemos precisarlos:
1. Esclarecer los aspectos que rescaten el
periodismo de calidad y la ética aplicada a la libertad de prensa.
2. Precisar las relaciones entre el poder
mediático y el político.
3. Insistir en la independencia del periodismo
del poder político como del económico
4. Insistir en la necesidad de medios públicos y
en la autorregulación
El
poder político es mediático y los medios requieren del poder político. El
terreno común es la comunicación a partir de la cual se modela la mente de las
personas y se construye el poder como bien dice Castells.
La
comunicación influye en la realidad. De ahí que los intentos de cambio social y
político dependen en mucho de los medios privados y estatales y dentro de estos
últimos de los medios públicos que se caracterizan por una gestión e
inspiración compartidas entre el gobierno y la sociedad, como sucede con la muy
conocida BBC de Londres. No tenemos en nuestro país un medio comparable,
estatal no gubernamental, que responda al interés de la sociedad y no al del
gobierno de turno.
Y como lo vimos en las calles limeñas, ante la
convocatoria hecha por las redes sociales, muchos salieron a protestar por la
llamada repartija, como sucedió en las distintas ciudades del mundo con el
movimiento de los Indignados -que Manuel Castells llama wikiacampadas. Los poderes mediático y político van cediendo
espacios a nuevos actores cuya fuerza está en utilizar la Red para cambiar los
flujos de información que antes eran patrimonio exclusivo de los medios
tradicionales y del Estado.
Y
también para cambiar designios políticos cuando se produce el desencuentro
entre gobernantes y gobernados.
Los
mediadores están cuestionados y mediadores somos periodistas y políticos. Para
recuperar legitimidad, es decir autoridad y credibilidad, tenemos el derecho a
la información que debemos defender como lo más avanzado que tenemos porque
engloba la libertad de prensa y de expresión y porque, además, toma en cuenta
los derechos del emisor y del receptor.
La
crisis afecta a la prensa en el mundo, una crisis financiera, de modelo de
negocios y también de credibilidad. Nuestro país no es una isla, nuestro
periodismo también está afectado y debemos buscar mejorar su imagen.
En
otros países del continente se aprueban leyes reguladoras de la prensa, no
siempre equilibradas ni respetuosas de las libertades. El campo de la
regulación puede ser minado, por eso es preferible la autorregulación con
suficiente seriedad y responsabilidad, a partir de códigos propios y de un
Defensor del Lector que procese las quejas, los reclamos y las opiniones de los
usuarios. Un Defensor que sea independiente de los intereses económicos y
políticos, tal como se exige para el Defensor del Pueblo.
Necesitamos
un periodismo que cumpla una función social y política, esencial para la democracia, más allá de
razones tecnológicas y económicas. No se trata solo de discutir soportes técnicos
o modelos de negocio, el periodismo tiene que ver con la ciudadanía y con el
derecho a la información, con la verdad
y con los límites del
poder, el propio y el ajeno, y por supuesto con la defensa de la
libertad.
El
futuro de nuestro periodismo depende de la fuerza moral, del respeto a la verdad y de la honestidad
más que de los cambios tecnológicos. La diferencia no está en
la técnica sino en la calidad.
Criticamos a la prensa cuando se subordina al interés
empresarial y también al de los políticos que violan libertades y derechos.
Tanto los magnates de los medios como las sociedades permisivas encierran
peligros para la democracia, más allá de los riesgos obvios que vienen del
poder político concentrado y ejercido de modo autoritario. Aspectos como la
excesiva concentración de la propiedad mediática, la homogeneidad informativa
del pensamiento único, la información convertida en espectáculo rentable, la
prevalencia del negocio sobre el servicio, son males que la globalización
económica, la revolución tecnológica y la crisis financiera han dimensionado
hasta la exageración.
Los medios de comunicación pueden, a no dudarlo,
cometer excesos, no respetar derechos, lesionar el honor, el prestigio, la
imagen de las personas. En estos casos no hay muchos instrumentos para revertir
o atenuar el daño causado. La autorregulación es un camino, no siempre el más
usado ni el más eficiente.
Cuando
el límite se convierte en restricción por razones de poder aparece la sombra de
la censura dictatorial. Pero cuando el límite lleva el tamiz del autocontrol
para salvaguardar los derechos de otras personas, estamos hablando en positivo de
un necesario recurso para promover la responsabilidad social, la convivencia y
la dignidad humanas.
EL PODER Y EL DERECHO A LA INFORMACIÓN
En DIOSES, DIABLOS Y FIERAS, ponemos énfasis
en el derecho a la información. No
queremos que la crisis mundial del periodismo lo destruya. Que su pérdida de
credibilidad lo deje sin eficacia. Lo deseamos sólido, como fuerte fuente de
difusión de las mejores ideas, de la información cabal, de la autoridad ética
frente al poder, de la lucha por la democracia y por la dignidad contra toda
corrupción.
El
derecho a la información es casi una panacea de credibilidad cuando es
respetado pues abarca la libertad de prensa y los derechos de ambos polos de la
información. Es un pilar del Estado de derecho que garantiza la libertad de
pensamiento y la participación en la vida política del ciudadano con total
conocimiento de causa. Sin derecho a la información no hay control de la
gestión ni democracia ni pluralismo político o ideológico. Es un derecho que se
convierte en deber, el deber de informar.
La
palabra clave para el derecho a la información es INDEPENDENCIA, logro difícil
de alcanzar, de gran significación frente a los poderes fácticos, mundiales y
nacionales, que subordinan la información y la comunicación y ejercen presiones
sobre la verdad, el pluralismo y el debate democrático.
Sabemos
que los medios son empresa y servicio al mismo tiempo por lo cual requieren de
regulación y de normas que impidan los excesos, que siempre pueden darse, en la
búsqueda de la ganancia. Como hemos reiterado no creemos en una regulación por
el Estado, no la consideramos deseable pues podría atentar contra las
libertades. Pero si es necesaria y deseable la autorregulación de los medios
sobre la base de Códigos éticos propios y del Defensor del Lector o de la
Audiencia. Porque la defensa de las libertades se hace desde los principios y
valores y no desde ninguna impunidad exigida.
Mejores
periodistas haremos mejores sociedades. Con el mejor periodismo ganamos todos. Su
futuro depende de la
fuerza moral, del respeto a la verdad y de la honestidad, más que de los
cambios tecnológicos. La diferencia no está en la técnica sino en la calidad y en la ética.
El mejor periodismo genera la energía espiritual que construirá la mejor
sociedad posible.
El
derecho a la información es un pilar del Estado de derecho; no hay Estado de
derecho sin derecho a la información, el que a su vez garantiza la libertad de
pensamiento. Sin derecho a la información no hay control ciudadano de la
gestión pública ni real participación.
REGULACION O AUTOREGULACIÓN?
La
regulación es imprescindible ya que, por definición, la información es
propiedad inalienable de los ciudadanos, que han hecho de ella un derecho
fundamental, y es frente a ellos que surge la responsabilidad de quienes de
forma profesional se dedican a su elaboración y difusión. Ello obliga a un
trato exquisito de la materia para no vulnerar otros derechos fundamentales de
la ciudadanía.
La
prensa es felicitada y se auto-felicita por fiscalizar frente a la inoperancia
de instituciones democráticas como la justicia y el parlamento, que aparecen
como ineficaces y/o cómplices con funcionarios sospechosos de ilegalidades. El
periodismo que expone delitos oficiales alimenta el alto grado de legitimidad
de los periódicos.
Por
eso hay optimismo sobre la contribución del periodismo a la democracia pero
también hay evidencias en contra. No pocas veces vemos a cierta prensa defender
administraciones civiles, ignorar ilegalidades o actuando como megáfonos de acciones
oficiales. Sin ir más lejos en el Perú sólo algunos medios cuestionaron el
oscuro gobierno de Alberto Fujimori y su administración corrupta e intolerante,
la mayoría, especialmente la llamada prensa "chicha" alimentada por
información oficial, fueron instrumentos para deslegitimar y agredir a
periodistas.
Viejos
vicios persisten. Privilegiar el sensacionalismo con el fin de generar impacto
rápido, eludir aspectos estructurales y sociales que perduran, publicar sin
suficiente contraste resulta siempre en información equivocada. Temas que
aparecen y desaparecen según los intereses en juego impiden el debate sobre
cuestiones de interés público. Producir contenidos con tratamiento superficial
y simplista de cuestiones complejas es síntoma de una prensa interesada solo en
aumentar sus beneficios económicos.
¿Puede
la prensa servir al bien público siendo una institución anclada en el mercado
que persigue beneficios privados? ¿Son los medios, víctimas, cómplices o
avasalladores de los Estados?
Las
respuestas son complejas pues el mundo del periodismo sigue siendo paradojal
por excelencia. No se hace referencia al papel de la prensa frente a los
proyectos políticos de los gobiernos. Al peso propio de los medios frente al
poder del Estado que es la otra cara de la moneda. Pues poder político y poder mediático
están siempre relacionados, coludidos o enfrentados pero nunca totalmente
separados, en nuestros tiempos la política es mediática.
Dos
extremos: Algunos gobiernos argumentan que la prensa viola principios morales y
éticos, que genera desinformación o que manipula la opinión pública en función
de intereses propios y de grupos económicos llegando a atentar contra la
democracia. Y es cierto que algunos grupos mediáticos pueden llegar a influir
tanto que determinan políticas públicas, ejecución de proyectos y programas y
ponen y sacan ministros y altas autoridades. Durante los procesos electorales,
manejan sesgadamente la información para favorecer a determinado candidato y
obstaculizar rivales. Construyen fácilmente liderazgos, a su favor, cada vez
más mediáticos.
El
derecho a la información es afectado cuando se impide el libre periodismo o
cuando se apoyan partidos o grupos políticos y económicos o se hace oposición
al gobierno que no acepta las demandas mediáticas. En países de la región donde
los partidos políticos son débiles, los medios ocupan su lugar para canalizar
las demandas y orientar políticamente a la población. O en países donde el
poder judicial se ha deslegitimado los periodistas se convierten en jueces
sumariales. O donde algunos medios o grupos de medios atacan lo que no sea afín
al pensamiento, política o ideología de su grupo, se convierten en tribunas o
maquinas demoledoras de carreras profesionales y políticas, que destruyen
personas y familias enteras.
La
debacle de Rupert Murdoch sacó a luz una enfermedad que había ido lesionando
poco a poco el corazón del Estado británico desde hace 30 años. La causa de esta enfermedad británica ha sido
el poder absoluto, despiadado e incontrolado de los medios de comunicación y su
síntoma principal el miedo. Lo dice Timothy Garton Ash. “En la cúspide de la vida pública británica ha habido hombres y mujeres
que se movían con el corazón encogido por el miedo, y el miedo es enemigo de la
libertad”.
De
puertas adentro, los políticos, los encargados de relaciones públicas y hasta
la policía se decían entre sí: no hay que atacar a Murdoch. Nunca hay que
enfrentarse a los diarios sensacionalistas. Murdoch y compañía violaron sin
escrúpulos, desvergonzada e ilegalmente, la vida privada de las personas para
vender más periódicos y asegurarse influencia política.
La
arrogancia de los medios influyó de manera importante en la política británica.
Garton Ash llegó a la conclusión de que Rupert Murdoch era el segundo hombre
más poderoso del Reino Unido: “Si el
criterio supremo para medir el poder relativo es saber quién tiene más miedo a
quién, entonces habría que decir que Murdoch ha sido más poderoso que los tres
últimos primeros ministros, que le han temido mucho más a él que él a ellos”.
El
mejor periodismo británico dejó al descubierto al peor. Y el escándalo de los
tabloides de Murdoch permitió a los líderes parlamentarios reafirmar la
supremacía de los políticos electos sobre los magnates mediáticos que nadie eligió.
Se derribó la barrera del miedo.
La
consecuencia de este escándalo ha sido el Informe Levenson -cuya lectura
recomiendo a políticos, abogados y periodistas- un documento que busca un nuevo
acuerdo que consagre los equilibrios entre la política, los medios de
comunicación, la policía y la justicia, a través de la autorregulación de la
prensa en el ejercicio del periodismo.
Indudable.
Después del estallido de la crisis financiera global en octubre del 2008, el
mundo discute la necesidad de regulación de las distintas actividades
económicas. La libertad dentro del capitalismo debe ser regulada para no incurrir
en libertinaje. Demasiadas veces el exceso de ambición propicia trasgresiones. De
un Estado que los liberales deseaban mínimo y sin intervención han pasado a
otro cuya intervención fue exigida para los rescates bancarios. Solo una
regulación explícita impedirá que caigan nuevamente en los excesos que luego
pagamos todos los contribuyentes. Lo ha dicho claramente el Premio Nobel Joseph
Stiglitz: la regulación es una necesidad.
Y
los medios de comunicación no son una excepción, son a la vez empresas y
servicios de información, y también requieren de regulación, de normas que
impidan excesos de avasallamiento y de abuso de poder.
Pero
los medios protestan corporativamente cada vez que se habla de regulación
alegando atentado a la libertad de expresión y de prensa. ¿Es que son empresas
intocables? No lo son. Y si no desean una regulación que venga del Estado deberán
asumir saludablemente la necesidad de autorregulación con base en los códigos
éticos que ellos mismos deben formular y velar por su real aplicación.
Un
periodismo de calidad es la única arma para superar la crisis de credibilidad
que afecta al periodismo, separar la opinión de la información, comunicarla de
forma diligente, asegurar el pluralismo, garantizar los derechos al honor,
intimidad y propia imagen, preservar los derechos específicos de sectores
sociales especialmente vulnerables, caso de los menores más un gran etcétera.
No
quisiera terminar sin dar a estos apuntes un toque de actualidad. La serie televisiva The Newsroom es considerada
de obligada atención pues difunde una declaración de intenciones y un
planteamiento de las cuestiones más difíciles del periodismo:
¿Debe el periodista ser neutral? ¿Debe el periodista estar al servicio de una ideología? ¿Qué papel juega el periodismo en la democracia y/o en la grandeza de un país?
La serie, producida por Aaron Sorkin,
quiere devolver el temple heroico a una profesión que lo ha perdido. Ya es una referencia
para el aprendizaje de la teoría y la práctica del periodismo en las
universidades. En su primer capítulo planteaba los ideales del gran periodismo
anglosajón, en el segundo se volcaba al cómo y en el tercero mostraba
con radical crudeza un antiguo dilema: o buen periodismo o rentabilidad.
¿Qué
es y qué no es Periodismo? ¿Cuál es la misión del periodista?
El buen Periodismo aborda temas de interés público; no merece el nombre de Periodismo la divulgación de la vida privada de las personas.
El auténtico Periodismo ejerce una labor civilizadora y democrática -constructiva-; el periodismo rosa –que busca noticias “demoledoras” o destructivas- nos sume en la barbarie.
El Periodismo busca la verdad, y contrastar la historia con al menos tres fuentes distintas y fiables es requisito fundamental para que se convierta en noticia.
Finalmente
una reflexión actual en torno al debate originado por la compra por el grupo El
Comercio del 54% del 34% de las acciones del Grupo Epensa. Lo positivo es que
se ha iniciado un debate sobre los medios que siempre estuvo ausente a pesar de
ser esencial para la democracia. Lo real es que toda concentración mediática es
siempre indeseable y aún más en un país con un Estado nacional débil.
Incrementar el poder mediático, dejarlo en poquísimas manos, en situación de
dominio frente a partidos y líderes políticos con escaso apoyo, es distorsionar
esencialmente la precaria democracia que tenemos.
¿Quién manda en el Perú de hoy?. Son muchos los que perciben que puede ser el poder mediático, altamente concentrado en prensa escrita y digital, que logra encimar al poder político ejercido por quienes han sido elegidos por el voto popular. El grupo El Comercio, con más del 80% de la propiedad de los medios escritos, la que se refleja también en la Internet y repercute en la televisión abierta y de cable, podrá en adelante establecer barreras publicitarias -como temen los propietarios menores de los medios- poner la agenda política, apoyar o sacar autoridades elegidas y designadas y competir con el gobierno en todos los terrenos.
Gustavo Mohme Seminario abrió fuegos al señalar que podría generarse una situación de abuso debido al dominio mediático de un solo grupo. Se quedó corto porque el poder incrementado del grupo El Comercio puede no quedar ahí.
Si
el interés del diario La República era balancear el mercado y generar una
competencia menos asimétrica a la pre-existente apuntó mal porque ahora estamos
peor. Pero el campanazo está dado. Que su sonido no se apague si queremos una
democracia real en nuestro país.