AUTOGOL ANTIDIALOGO
Autogol en pleno diálogo
político. Cumplida una primera etapa con una ronda de partidos y líderes
nacionales, la segunda que ha convocado a los técnicos para aplicar el consenso
y plasmarlo en políticas públicas, ha sido interferida por el mismo Presidente
Humala. Sus declaraciones han motivado el rechazo de tres de las fuerzas
políticas participantes, el Apra, Perú Posible y el fujimorismo. ¿Para qué
convocan si no van a cuidar la concertación como mecanismo delicado que
requiere de voluntad política al más alto nivel?.
Es evidente que después del fallo del Poder
Judicial a favor del debido proceso al exmandatario aprista, no había más que
decir. El Congreso lo citará nuevamente y la investigación seguirá su curso en la
Megacomisión. Por tanto cuán impolíticas e innecesarias las palabras de
confrontación del presidente que desautoriza a su primer ministro que ha venido
hilando fino y con toda precaución. En plena cancha con un partido en positivo un
autogol de proporciones. Mala jugada y pifias.
Para abundar en el exceso el presidente pone distancias
con el exmandatario Alejandro Toledo al asegurar que no hay ningún pacto para
“blindar” al líder de Perú Posible que vive momentos dramáticos. La frase “Aquí
nadie tiene corona” resulta ofensiva para el partido quasi-aliado y para el
grupo de altos cuadros de la chakana que todavía permanecen en su gobierno y
que deben estar considerando coherentemente su retiro.
Es dañino para la imagen nacional tener tres exgobernantes en problemas, uno preso y dos
investigados por presunta corrupción. Cómo no. Pero el diálogo con las fuerzas
que ellos lideran es de la mayor importancia para el objetivo superior de la
gobernabilidad. El presidente no debió perturbar los esfuerzos de su propio
ejecutivo y volver a las turbulencias paralizantes.
Porque esta interferencia tampoco da buena imagen del
país. Más aún los encuentros dialogantes debieron ser liderados por el mismo
mandatario que con su presencia hubiera fortalecido el compromiso del régimen al
igual que ahora con su exabrupto lo debilita o lo destruye imprudentemente.
Ejecutivo contra Ejecutivo igual a caos y desgobierno.
A ello se agrega la irrelevancia a la que ha sido
confinado el Acuerdo Nacional cuyas políticas de estado tan laboriosamente
construidas siguen sin tener la calidad de vinculantes. Y cuya
institucionalidad como logro de la democracia recuperada ostenta un simbolismo
y una ejecutoria que no debería descuidarse. Por el contrario cabría esperar
que un resultado del diálogo político fuera su revaloración y relanzamiento como
instancia modélica del entendimiento y la racionalidad política.
En un estado de derecho se respetan los fueros para
las investigaciones sin necesidad de altavoces. En momentos en que la popularidad presidencial
está de bajada una mayor reflexión debe preservar la estabilidad democrática, vía
logros consensuados. Cuando las figuras políticas partidarias están melladas es
cuando más se necesita de políticas públicas concertadas entre el Ejecutivo y
el Legislativo. Porque se trata de recuperar la confianza y de apuntalar la legitimidad
de los líderes políticos, única base de la democracia y del poder político
ejercido constitucionalmente. No hay otra.
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