¿TRANSICIÓN
VEINTE AÑOS DESPUÉS?
El 28 de Julio el presidente Martín Vizcarra presentó ante el Congreso una
iniciativa de adelanto de elecciones para que Ejecutivo y Legislativo sean
renovados en el plazo de un año. Su propuesta responde a la prolongada colisión
de poderes, improductiva y sistemática y está ligada a una reforma
constitucional para acortar mandatos y adelantar elecciones.
Si el Congreso acepta procesarla se abriría un periodo de transición cuyo
antecedente más cercano es del año 2000 cuando Alberto Fujimori, agobiado por
las denuncias y evidencias de corrupción personal y de su asesor Vladimiro Montesinos,
se vio forzado a recortar su mandato y convocar a un proceso electoral
adelantado, inhibiéndose de participar. Todo se precipitó cuando desde el
exterior envió su renuncia por fax y el presidente del Congreso Valentín
Paniagua fue proclamado presidente constitucional.
Casi veinte años después entraríamos
a un escenario similar. El Congreso tendría que aprobar la propuesta de reforma
en dos legislaturas con 87 votos o por mayoría calificada para que el pueblo la
decida en referéndum. No sabemos si lo hará o será una turbulencia más en el ambiente
convulso que hemos vivido desde el 2016 hasta ahora.
Una transición puede ser muy importante y dejar una
huella más profunda que los nueves meses de su duración. Depende de quien
la lidere para renovar la confianza de la gente que quiere creer y espera ser
atendida en sus necesidades más urgentes. Y es un desafío para toda la clase
política obligada a encontrar recursos desde
el consenso y el dialogo
La propuesta de Vizcarra ha traído
incertidumbre y crisis de gobierno en momentos en que los políticos afrontan
graves problemas derivados del huracán Lavajato al punto que parece difícil
hablar de generosidad o de perspicacia para postergar intereses propios o de
grupo para pensar en el Perú primero.
Vizcarra habla de una salida ordenada a la crisis “con un año de transición en vez de dos años
de confrontación”. Correspondería a todos los sectores actuar con más calma
y menos improvisación teniendo en cuenta que no siempre la algarada de las
calles tiene la razón. Se requiere voluntad política y reflexión para atenderlas
sin patear el tablero. No lo hicimos en el 2000 no debemos hacerlo ahora. La
inestabilidad acecha a la economía y a la democracia.
Bien que el Premier Del Solar
converse con todas las bancadas porque no es momento para imponer nada. El
Ejecutivo ingresó en su etapa de Pato Rengo y el Congreso haría bien en decidir
con su nueva directiva una agenda común de atención a problemas como la
violencia urbana y la situación económica. Necesitamos más equilibrio y menos
beligerancia y por supuesto menos improvisación. La política no es un juego y
menos lo es definir el destino nacional.
Valentín Paniagua inició su Transición el 22 de
noviembre de 2000 con una situación socioeconómica complicada que centraba
la atención y
las expectativas, exhausta por una prolongada recesión. Convocó al peruano más
notable como Primer Ministro, Javier Pérez de Cuéllar quien ante el Congreso anunció
como objetivos un proceso electoral
limpio y transparente y asegurar la estabilidad económica y política para dejar
a la nueva administración una
economía saneada y con financiamiento suficiente
para una gestión favorable. Era lo mínimo para recibir el apoyo
de la opinión pública y nueve meses después, Paniagua cumplió con eficacia y
honestidad remarcable.
Estos objetivos podrían ser calcados en estos días de
turbulencia y crispaciones. Con tantas urgencias y deficiencias y con tan poco
tiempo habría que rogar que la transición que se propone
funcione como la del dos mil ejemplarmente dirigida por Valentín Paniagua Pero ¿quién
sería el líder?. Teniendo en cuenta que la presencia de Martín Vizcarra está
siendo cuestionada la respuesta es todavía esquiva.
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