¿MERITOCRACIA
VERSUS PARIDAD?
El fujimorismo pasa sus peores momentos.
Ni con sus dos líderes en la cárcel la ciudadanía se compadece, rechaza su
ejecutoria de prepotencia y de verticalidad. Y se da cuenta que su pretendida
lucha contra la corrupción es de papel y de micro, dirigida a quienes quieran
creerla a pesar de su ADN noventero, etapa en que la corrupción fue una forma
de vida para lucrar y mantenerse en el poder. Y a pesar de su debacle quieren
imponer sus intereses y su estilo. Un ejemplo ha sido la discusión sobre
meritocracia y paridad, dos conceptos que lejos de ser antagónicos pueden
formar parte de un consenso básico como está siendo aceptado. Por algo se han
consagrado en el mundo las virtudes de la discriminación positiva a ser tomadas
en cuenta para la composición de la Junta Nacional de Justicia.
Y es que meritocracia, criterio ya
adoptado, y paridad de género –comprendiendo en ella permitir que a iguales
calidades se opte por una mujer- pueden complementarse para unir y equilibrar calidad
de formación y género. Porque la meritocracia es insuficiente y la paridad necesaria
para que la presencia de la mujer inteligente y bien capacitada sea una
realidad. Este concepto no puede ser anticonstitucional con una Carta Magna que
pone como eje al ser humano y su dignidad.
La nueva revolución del feminismo no
implica confrontaciones inútiles, no es solo defensiva de derechos e
integridad, contra la violencia familiar o de género. Va más allá, puede colocar nuevos temas
políticos lejos del culto al hombre blanco heterosexual. Bien que el nuevo Congreso esté
en posibilidad de asumir mayor pluralidad y democracia para lograr unidad en
torno a la agenda nacional hecha de urgencias mientras desterramos el
pensamiento puro y duro que -fiel a la tradición fujimorista- buscará imponerse
por intereses propios. Les toca leer su actual realidad y actuar en
consecuencia.
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