LA PRENSA
ANTES Y DESPUÉS DE
UCHURACCAY
Discurso pronunciado en el Congreso de la República el 26 de enero 2018 con ocasión de recordar el 35 aniversario de los periodistas Héroes de Uchuraccay.
El país antes y después de Uchuraccay.
Como pocas veces esta mañana, en el recinto en donde se hacen las leyes de la
República, tenemos oportunidad de otra reflexión sobre lo que sucedió ese
nefasto 26 de enero de 1983 cuando ocho periodistas fueron asesinados en las altas
tierras de Uchuraccay en Ayacucho.
Y digo otra reflexión más porque durante
los 35 años que pasaron cuantas palabras, pensamientos, gritos, alaridos, imprecaciones,
poemas, agravios y defensas ha concitado esa tragedia que impactó al país y nos
sigue doliendo como herida abierta. A todos los peruanos pero en especial a los
periodistas, a todos los que hemos hecho de la pluma y de la búsqueda de la
verdad una razón y una misión.
Y nos convoca la ANP dirigida por Roberto
Mejía, la ANP, ese puño que lucha mientras reúne, convoca, escucha y usa la
palabra unas veces para combatir y otras para pacificar. La usa como un sable
para desbrozar la complejidad de un país que como el Perú alberga las más finas
sensibilidades ante la injusticia y las más dolorosas durezas y egoísmos para
ignorar las voces del pueblo.
Gracias por convocarnos esta mañana para
revivir un dolor necesario para entender que seguimos siendo sensibles ante el
drama nacional. Que no olvidamos porque lo que nos hizo sufrir y llorar
entonces nos sigue haciendo llorar con otros rostros, el de la pobreza, el del
asesinato por hambre y anemia, el del desempleo y el de la delincuencia y la
corrupción. No hemos superado el drama nacional que entonces adoptó el rostro
de ocho periodistas, jóvenes, alegres, con la vida por delante, autoinvestidos
de la sagrada misión de encontrar la verdad aunque les costara como les costó
lo más valioso que fue su vida.
No sabíamos entonces que la guerra interna,
de la que ellos fueron heroicos protagonistas, duraría tanto, dos décadas sangrientas.
Ni sabíamos que recién estaba empezando. Habían pasado menos de dos años de la
declaratoria de guerra por SL al estado peruano.
Y todavía se nos escapa. Porque hay siempre una
historia oficial que no necesariamente es la real, la que guarda, defiende y
protege intereses, la que preserva
lo políticamente correcto y se adapta a cada etapa según el poder de turno.
Ellos no sabían que el lugar adonde iban era
una zona donde el enemigo podía salir de cualquier lado y podía ser
cualquiera. Ni siquiera se conocía la dimensión de SL ni la prensa estaba
cierta sobre sus modalidades de combate.
Fueron los periodistas Eduardo de la Piniella,
Jorge Sedano, Amador García, Luis Mendívil, Félix Gavilano, Pedro Sánchez,
Octavio Infante y Willy Retto, y su guía, Juan Argumedo cuyas familias están
aquí con el orgullo y la pena acumuladas.
Mientras ellos caminaban los comuneros de
Uchuraccay lloraban a su alcalde asesinado por
senderistas. Los últimos sinchis que
visitaron la comunidad habían ordenado matar a cualquiera que
no llegara por aire o que no se vistiera como ellos. Déficit
de información y desconocimiento que no se daría ahora que tenemos la internet
que ha cambiado nuestras vidas y nuestra profesión.
La tragedia de Uchuraccay sigue conmocionando
a la nación con un real y legítimo dolor que sin embargo puede ser insuficiente
para mirar de frente las carencias de un país que es una caldera bajo presión. Por
eso, antes como ahora, la búsqueda de la verdad y la revelación de la rabia y
la indignación profunda de los pueblos sigue siendo una misión que toma a su
cargo el periodista sensible y comprometido con ese país democrático e
igualitario que todavía no somos.
Ahora se sabe exactamente qué pasó y cómo.
Excelentes trabajos de investigación fueron complementados por la indagación de
la CVR. Fueron los comuneros de Uchuraccay quienes mataron a los periodistas,
en medio del miedo, el alcohol y un ánimo colectivo exacerbado por violencias
en curso y muertes recientes.
El precio fue terrible. Uchuraccay fue
devastado varias veces por Sendero Luminoso. Según la CVR, de los 470
habitantes de Uchuraccay, 135 fueron asesinados en los años siguientes. A los
ataques senderistas siguieron otros de la Fuerza Armada y de los ronderos. En
1984, Uchuraccay dejó de existir.
Después de la masacre en los dos años
siguientes se cometieron algunas de las peores atrocidades perpetradas en
Latinoamérica. Sendero acrecentó su barbarie en todo Ayacucho y se esparció a todo
el país.
DIEZ AÑOS DESPUÉS
En 1993, varios sobrevivientes retornaron
y refundaron la comunidad. Es buen momento para recordar la memorable
descripción de Carlos Iván Degregori recogida por ese gran periodista que es
Gustavo Gorriti
“Los retornantes formaron un círculo y
decidieron celebrar una asamblea. “Comencemos con una oración”, dijo alguien,
tal vez un evangélico. Cinco mamachas se pusieron al frente. Apoyados sobre sus
fusiles y escondiendo el rostro, los ronderos lloraron”.
Dice Gorriti
“Me imagino que lloraron por todos los que murieron.
¿Lloraron también por esos foráneos que llegaron para morir en su suelo y
convertirlo para siempre en su historia? ¿Lloraron por saber que su dolor sería
olvidado y nada quedaría excepto la memoria de esas fotos finales de violencia
brutal que tomó el heroico Willy Retto mientras lo mataban a él y a sus
colegas?
No hay olvido y esta reunión lo demuestra.
El
llanto de ayer es el llanto de hoy. Ellos se fueron y nosotros seguimos. Que lo
vivido no sea en vano. Que esa prensa de guerra y compromiso, ese heroísmo de
la información siga siendo nuestro orgullo
Nos sentimos unidos en el Día del
Periodista establecido un primero de octubre recordando a don Jaime Bausate y
Meza que fundó el primer diario, bandera para nuestro gremio. Es un gran argumento,
qué duda cabe, pero cuando hablamos del sentimiento, del heroísmo y de la
entrega de nuestros periodistas muertos en Uchuraccay es más que la razón, es
la admiración a ese periodismo de raza que los inspiró, ellos fueron a
buscar la verdad y a escuchar al pueblo. Y ese es el periodismo de
compromiso, de virtud esencial para reencontrar nuestra misión y dignidad. Ellos
son los que nos emocionan, los que nos enaltecen, los que nos permiten
reencontrarnos con lo mejor que nuestra profesión nos deja en el corazón y en el
espíritu.
Héroes del periodismo y de la democracia,
proclamados por ley. Pero el Día del Periodismo sigue siendo la razón institucional
y no los grandes valores que lo alimentan. Podríamos dejando supérstite el gran
simbolismo del maestro Bauzate y Mesa que nadie discute, pensar en trasladar el
Día del Periodista al 26 de enero y mantener el 1 de Octubre como el Día de la
Prensa?
No es una propuesta nueva pero sí
renovada. Y quién más que la ANP para procesarla. Para dar voz a los
periodistas altivamente integrados en
ella para decidir sobre el tema. Nos atrevemos a sugerir una consulta entre
nosotros que serviría de levadura para alcanzar nuevos horizontes.
35 años después seguimos escribiendo la
historia. Honor al honor.
Muchas Gracias