domingo, 28 de enero de 2018


LA PRENSA
ANTES Y DESPUÉS DE UCHURACCAY


Discurso pronunciado en el Congreso de la República el 26 de enero 2018 con ocasión de recordar el 35 aniversario de los periodistas Héroes de Uchuraccay. 


El país antes y después de Uchuraccay. Como pocas veces esta mañana, en el recinto en donde se hacen las leyes de la República, tenemos oportunidad de otra reflexión sobre lo que sucedió ese nefasto 26 de enero de 1983 cuando ocho periodistas fueron asesinados en las altas tierras de Uchuraccay en Ayacucho.

Y digo otra reflexión más porque durante los 35 años que pasaron cuantas palabras, pensamientos, gritos, alaridos, imprecaciones, poemas, agravios y defensas ha concitado esa tragedia que impactó al país y nos sigue doliendo como herida abierta. A todos los peruanos pero en especial a los periodistas, a todos los que hemos hecho de la pluma y de la búsqueda de la verdad una razón y una misión.

Y nos convoca la ANP dirigida por Roberto Mejía, la ANP, ese puño que lucha mientras reúne, convoca, escucha y usa la palabra unas veces para combatir y otras para pacificar. La usa como un sable para desbrozar la complejidad de un país que como el Perú alberga las más finas sensibilidades ante la injusticia y las más dolorosas durezas y egoísmos para ignorar las voces del pueblo.

Gracias por convocarnos esta mañana para revivir un dolor necesario para entender que seguimos siendo sensibles ante el drama nacional. Que no olvidamos porque lo que nos hizo sufrir y llorar entonces nos sigue haciendo llorar con otros rostros, el de la pobreza, el del asesinato por hambre y anemia, el del desempleo y el de la delincuencia y la corrupción. No hemos superado el drama nacional que entonces adoptó el rostro de ocho periodistas, jóvenes, alegres, con la vida por delante, autoinvestidos de la sagrada misión de encontrar la verdad aunque les costara como les costó lo más valioso que fue su vida.

No sabíamos entonces que la guerra interna, de la que ellos fueron heroicos protagonistas, duraría tanto, dos décadas sangrientas. Ni sabíamos que recién estaba empezando. Habían pasado menos de dos años de la declaratoria de guerra por SL al estado peruano.


Y todavía se nos escapa. Porque hay siempre una historia oficial que no necesariamente es la real, la que guarda, defiende y protege intereses, la que          preserva lo políticamente correcto y se adapta a cada etapa según el poder de turno.

Ellos no sabían que el lugar adonde iban era una zona donde el enemigo podía salir de cualquier lado y podía ser cualquiera. Ni siquiera se conocía la dimensión de SL ni la prensa estaba cierta sobre sus modalidades de combate.

Fueron los periodistas Eduardo de la Piniella, Jorge Sedano, Amador García, Luis Mendívil, Félix Gavilano, Pedro Sánchez, Octavio Infante y Willy Retto, y su guía, Juan Argumedo cuyas familias están aquí con el orgullo y la pena acumuladas.

Mientras ellos caminaban los comuneros de Uchuraccay  lloraban  a su alcalde asesinado por senderistas. Los últimos sinchis que visitaron la comunidad habían ordenado matar a cualquiera que no llegara por aire o que no se vistiera como ellos.  Déficit de información y desconocimiento que no se daría ahora que tenemos la internet que ha cambiado nuestras vidas y nuestra profesión.

La tragedia de Uchuraccay sigue conmocionando a la nación con un real y legítimo dolor que sin embargo puede ser insuficiente para mirar de frente las carencias de un país que es una caldera bajo presión. Por eso, antes como ahora, la búsqueda de la verdad y la revelación de la rabia y la indignación profunda de los pueblos sigue siendo una misión que toma a su cargo el periodista sensible y comprometido con ese país democrático e igualitario que todavía no somos.

Ahora se sabe exactamente qué pasó y cómo. Excelentes trabajos de investigación fueron complementados por la indagación de la CVR. Fueron los comuneros de Uchuraccay quienes mataron a los periodistas, en medio del miedo, el alcohol y un ánimo colectivo exacerbado por violencias en curso y muertes recientes.

El precio fue terrible. Uchuraccay fue devastado varias veces por Sendero Luminoso. Según la CVR, de los 470 habitantes de Uchuraccay, 135 fueron asesinados en los años siguientes. A los ataques senderistas siguieron otros de la Fuerza Armada y de los ronderos. En 1984, Uchuraccay dejó de existir.

Después de la masacre en los dos años siguientes se cometieron algunas de las peores atrocidades perpetradas en Latinoamérica. Sendero acrecentó su barbarie en todo Ayacucho y se esparció a todo el país.

DIEZ AÑOS DESPUÉS

En 1993, varios sobrevivientes retornaron y refundaron la comunidad. Es buen momento para recordar la memorable descripción de Carlos Iván Degregori recogida por ese gran periodista que es Gustavo Gorriti

“Los retornantes formaron un círculo y decidieron celebrar una asamblea. “Comencemos con una oración”, dijo alguien, tal vez un evangélico. Cinco mamachas se pusieron al frente. Apoyados sobre sus fusiles y escondiendo el rostro, los ronderos lloraron”.

Dice Gorriti

“Me imagino que lloraron por todos los que murieron. ¿Lloraron también por esos foráneos que llegaron para morir en su suelo y convertirlo para siempre en su historia? ¿Lloraron por saber que su dolor sería olvidado y nada quedaría excepto la memoria de esas fotos finales de violencia brutal que tomó el heroico Willy Retto mientras lo mataban a él y a sus colegas?

No hay olvido y esta reunión lo demuestra. El llanto de ayer es el llanto de hoy. Ellos se fueron y nosotros seguimos. Que lo vivido no sea en vano. Que esa prensa de guerra y compromiso, ese heroísmo de la información siga siendo nuestro orgullo

Nos sentimos unidos en el Día del Periodista establecido un primero de octubre recordando a don Jaime Bausate y Meza que fundó el primer diario, bandera para nuestro gremio. Es un gran argumento, qué duda cabe, pero cuando hablamos del sentimiento, del heroísmo y de la entrega de nuestros periodistas muertos en Uchuraccay es más que la razón, es la admiración a ese periodismo de raza que los inspiró, ellos fueron a buscar la verdad y a escuchar al pueblo. Y ese es el periodismo de compromiso, de virtud esencial para reencontrar nuestra misión y dignidad. Ellos son los que nos emocionan, los que nos enaltecen, los que nos permiten reencontrarnos con lo mejor que nuestra profesión nos deja en el corazón y en el espíritu.

Héroes del periodismo y de la democracia, proclamados por ley. Pero el Día del Periodismo sigue siendo la razón institucional y no los grandes valores que lo alimentan. Podríamos dejando supérstite el gran simbolismo del maestro Bauzate y Mesa que nadie discute, pensar en trasladar el Día del Periodista al 26 de enero y mantener el 1 de Octubre como el Día de la Prensa?

No es una propuesta nueva pero sí renovada. Y quién más que la ANP para procesarla. Para dar voz a los periodistas altivamente  integrados en ella para decidir sobre el tema. Nos atrevemos a sugerir una consulta entre nosotros que serviría de levadura para alcanzar nuevos horizontes.

35 años después seguimos escribiendo la historia. Honor al honor.


Muchas Gracias

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