CUIDADO CON
LA INDIGNACION
Publicado en Correo el 13 de junio 2015
Nadine Heredia continúa con sus actividades oficiales y con desparpajo e
inconsciencia señala que no le preocupan las denuncias porque eso lo ven sus
abogados que han ganado el Hábeas Corpus para truncar la investigación. Craso error, lo que está en discusión no es solo legal, es la percepción
social de corrupción y de malos manejos de dinero por Ollanta Humala y su mujer
por hechos que en profusa cascada de acciones y omisiones afectan a los
políticos y a las instituciones. Lo grave es que aparentan no darse cuenta. Viven
en otro mundo en el que su presunto liderazgo sigue intacto. Pedro Cateriano abandonó
el Congreso por falta de quórum para su pedido de facultades delegadas, luego
se victimizó y presentó sus pedidos en TV amenazando al Parlamento. Solórzano incompetente
seguidora de instrucciones sin iniciativa propia no pudo evitar la colisión de
poderes. Así Ejecutivo y Legislativo se alejan irresponsablemente de la gente cada
vez más molesta. Olvidan que esa indignación podría convertirse fácilmente en expresión
política eficaz de reivindicaciones como
sucedió con la Ley Pulpín cuando jóvenes exasperados hicieron retroceder en las
calles al gobierno y al Parlamento.
No existen para algunos
políticos las contradicciones ni los conflictos acumulados en este período por falta
de liderazgo e ineptitud. Ollanta Humala se distancia del sentido común de la
gente sin rectificar ante el deterioro de su imagen en las encuestas. No puede imaginar
la indignación como factor protagónico que puede cambiar escenarios electorales
como sucedió en España y en Méjico. Cuando la política es considerada buena
para la gestión de negocios y la repartija de prebendas individuales y de grupo
pero no para escuchar cumplidamente al pueblo.
Humala continúa malbaratando su
limitada reserva de legitimidad y acelera el agotamiento de los recursos de la democracia
mientras la calle cuestiona a los partidos políticos, las instituciones
públicas, los poderes del Estado y los poderes mediáticos. Se les reclama por la
perdida conexión con la utopía y el cambio social. Pero ellos siguen con sus medias
verdades. Que tengan cuidado con el zarandeo o la prescindencia de la
indignación, el descontento existe y está en las redes sociales y en las organizaciones
que en algún momento querrán responder al desfase del sistema político y a su insolvencia
para gestionar sus demandas. La desconfianza crece y la actitud del avestruz no
es una opción.
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