LAS INSTITUCIONES
IMPORTAN
En Correo el 19 de Octubre 2019
Las
instituciones importan y mucho para el desarrollo económico de los países, en
especial de aquellos que como el nuestro luchan contra la precariedad y la
informalidad. Es entendible la mucha atención que recibe el tema por los
estudiosos del desarrollo y del bienestar al punto que ha sido elevado al rango
de principal determinante del progreso. Entidades internacionales como el Banco
Mundial lo han convertido en lema que orienta sus propuestas de reforma. Corresponde
a los líderes nacionales hacerlo operativo con indicadores adecuados. Pero ese
debate en nuestro país encuentra más problemas que soluciones. Por un lado está
la calidad del
capital humano y por otro las ambiciones de los políticos o la erosión malsana
de la corrupción que afecta también otras variables del progreso como el nivel
de infraestructura, la calidad de sus políticas públicas y la inversión en
innovación. En este sentido pensar el crecimiento y el desarrollo implica
defender la democracia, el Estado de Derecho y, fundamentalmente la calidad de las
instituciones.
Por ello es muy importante el reciente artículo de
Juan Paredes Castro que alerta sobre el efecto dominó del cierre del Congreso. Porque
debemos impedir lo imprevisible. Y es que
la autonomía de las instituciones y el balance y la separación de poderes
parecen irse al tacho cuando se imponen presiones políticas y mediáticas para
que ninguna protesta ni defensa constitucional prospere. En 10 días sabremos si
el TC acepta la demanda competencial planteada por el presidente del Congreso y
mucho dependerá de la fecha de su respuesta. Si demora coincidirá con el nuevo
Congreso ya elegido y no quedará margen para rectificaciones si hubiera
disposición para ellas. La política de los hechos consumados puede avasallar
mecanismos e instituciones o evolucionar, como teme Paredes Castro, hacia un
efecto dominó, con hechos similares que en cadena podrían dar forma a un
régimen absolutamente autocrático. Deberíamos poder evitarlo.
¿DEMOCRACIA SIN CONTRAPODERES?
MARIA DEL
PILAR TELLO
Se produjo
el cierre del Congreso y el país sigue en la incertidumbre por lo que muchos
consideran una flagrante ruptura constitucional. Dentro de diez días sabremos
si el Tribunal Constitucional, máxima entidad para interpretar la Carta Magna,
acepta la demanda competencial presentada por el Presidente del Congreso para
anular el cierre del 30 de Septiembre. Ojalá su respuesta sea inmune a
presiones políticas y mediáticas.
Muchos temen
el contagio o el efecto dominó entendiendo el riesgo de que otros poderes
autónomos como la Comisión Permanente, la Corte Suprema, el Ministerio Público o
el mismo Tribunal Constitucional colisionen con el Gobierno y sus decisiones sean
consideradas ilegales. Si hubo denegatoria fáctica para cerrar un Congreso a
nadie extrañarían otros mecanismos de control fáctico que la población deberá aceptar
sin mucha posibilidad de protestar.
Dos aspectos preocupantes en esta situación. En primer
lugar la evidente precariedad de nuestras instituciones, entre ellas los
partidos políticos, y en segundo lugar la ostensible fuerza de la manipulación
mediática cuando se trata de convencer masivamente para alcanzar altas cotas de
popularidad.
A ello se agrega la crisis del sistema de justicia en
camino de una reforma que no funcionará sino se integra a una mayor del sistema
político y electoral.
Hace algunos años el premio nobel de economía Douglas
North describió la institucionalidad como el conjunto de reglas y restricciones
diseñadas por el hombre para dar forma a la interacción humana. Una institucionalidad sólida conduce al
desarrollo de los países que ven regulada su vida en sociedad por medio de
ellas. De hecho son parte del equilibrio de poder para dar certidumbre a los
ciudadanos. Cuando ese equilibrio desaparece y surge la concentración del poder
comienzan las distorsiones y el todo vale para mantenerse en el gobierno buscando
el apoyo social aun cuando sea con un discurso alejado de la realidad.
En unos meses sabremos si el
Tribunal Constitucional aprueba la disolución del Congreso de la República o si recomienda su rectificación. También podría asumir posiciones intermedias
o con una sentencia prospectiva pretender evitar problemas a futuro. Si es así
la decisión de Vizcarra se mantendría inalterable o su gobierno podría evolucionar
a un efecto dominó, con hechos similares que en cadena podrían terminar dando
forma a un régimen absolutamente autocrático.
Lo que
tenemos ahora es un presidente sin controles ni limitaciones para gobernar. Y aunque
la gente quiera creer que no acumulará más poder invadiendo otros poderes nada
indica que debamos descartar esta posibilidad indeseable.
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