LA PAZ
SOCIAL
COMO FICCION
En Correo el 26 de Octubre 2019
Mientras
algunos de los países del continente enfrentan graves turbulencias sociales el
Perú sigue pareciendo un oasis a pesar de la ruptura del orden constitucional por
la disolución del Congreso y de la demanda pendiente de admisibilidad ante el
Tribunal Constitucional. Pero la clase dirigente no puede vivir de una ficción
de paz ni dormirse en laureles inexistentes, demasiadas demandas embalsadas tornan
relativa la situación. No hay que abusar de la paciencia cuando la protesta
toca puertas vecinas. Si tuviéramos que reclamar, como lo hacen los chilenos,
por un sistema individualista y poco solidario que implica poco o ningún acceso
a las pensiones, salud, educación, transportes y demás servicios, no estamos
lejos de esa realidad. Y seguimos sin reglas claras para las candidaturas de la
elección del nuevo Congreso. Mientras Vizcarra veta a todos los congresistas
hasta el 2025, el JNE traslada responsabilidades al momento de la inscripción y
los partidos lo aceptan.
En el Perú existe
una enorme crisis de confianza en los líderes y en las instituciones. Las pocas
esperanzas en la política determinan que cada ciudadano tome a su cargo su
suerte y la de su familia prodigándose en trabajos con sobrecarga de esfuerzos
y energía. Por eso evade responsabilidades respecto de la democracia y de la
política, su desencanto es extremo, ni siquiera exige al Estado los servicios
básicos de calidad que constitucionalmente le debe. Pero esta eventual
pasividad no debe ser confundida con resignación y menos con ilusión. No hay oportunidades
para todos, la igualdad que los chilenos reclaman en las calles es un ideal. La
situación de los sectores populares no es la mejor como tampoco lo es el
silencio ante problemas cotidianos con un gobierno cuyas prioridades no son las
angustias colectivas. La redistribución y no la concentración del poder
económico o del político sigue siendo la esencia de la democracia. No
olvidarlo.
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