NI ULTRISMOS
NI
IMPOSTURAS
No se trata de un cuestionamiento académico
o conceptual el de quienes atacan como terroristas a todo discrepante con la
recreación de lo que sucedió durante las dos décadas de violencia subversiva. El
que rechaza el olvido del terrorismo insano y brutal de las organizaciones
subversivas pero también de los excesos en el contraataque de las Fuerzas
Armadas y policiales. Así sucedió y ningún olvido o maquillaje de la historia
será positivo en el afán de que no vuelva ese drama que todos vivimos.
La intención de atacar a todo
discrepante como enemigo, de endilgarle el calificativo de terruco es eliminarlo
o borrarlo del espectro. Porque quieren reinventar o reescribir la historia
considerando legítimas todas las respuestas que vinieron de nuestros militares
y policías.
No es así, la guerra sucia existió, las
FF.AA. y la policía recurrieron a ella y así ha sido reconocido. La población
civil inocente fue colocada entre dos fuegos y muchos perecieron víctimas de
ambos bandos. La película “La casa rosada” retrata esa situación que muchos no
quieren ver y satanizan a quienes la describen o siquiera la mencionan.
El Lugar de la
Memoria cumple una función para el equilibrio en la narrativa de lo acontecido.
Incluso algunos encuentran su muestra algo edulcorada. No existen imágenes
chocantes sobre la magnitud de lo vivido. Dice bien Juan Carlos Tafur que en el
LUM no se permite mostrar con mayor crudeza los abismos del horror a los que
los peruanos fuimos capaces de llegar en los 20 años que duró la guerra contra
SL y el MRTA.
Este lugar es indispensable para la
reflexión y para no volver a esa violencia bárbara y fratricida. La democracia
no admite ultrismos ni imposturas menos la intolerancia que contradice toda convivencia
pacífica con pleno respeto a los derechos humanos.
El GEIN y también las FFAA lograron después
de años combatir el flagelo con éxito con el apoyo de organizaciones sociales como
los ronderos de mayoría quechuahablantes, grandes víctimas de la lucha cruzada
de la subversión como de las fuerzas del orden.
El antiterrorismo aparece como si fuera una
ideología o una forma positiva de relacionarnos entre peruanos para descartar a
quienes piensan diferente. El principio ético es que todos rechazamos el
terrorismo venga de donde venga y debemos recordarlo para que no vuelva. Ningún
extremo ni impostura construye la paz en democracia.
Menudean los ataques de quienes ponen las
emociones sobre las razones. Que exhiben su desacuerdo con opiniones violentas
y extremas. Que rechazan que en las décadas del 80 y el 90 hubo conflicto
armado interno. Y el que no lo acepta es terruco, caviar o pro “terrorista”. Todos
rojos o rojetes, como dicen, atacando a la izquierda pero también a otros
partidos que actúan democráticamente en política. Olvidando que fueron estos
partidos los que recuperaron la democracia cuando el fujimontesinismo había
tomado el país como botín.
Por eso junto a la arbitrariedad
compulsiva está la complacencia con la malignidad del montesinismo y sus
vladivideos que son símbolo de la perfidia y la manipulación. No podemos estar de
acuerdo con la emboscada en la política. Nos corresponde asimilar las lecciones
dolorosas con lucidez y objetividad si no queremos repetir el drama.
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