LA CALLE
NO ES EL CAMINO
En Político.pe el 25 de agosto 2017
No queremos verlos en las calles de la capital donde están
creando inmensos desordenes y turbulencias. Queremos que retornen a sus
ciudades y pueblos, a sus aulas que los reclaman, a sus alumnos que están en
peligro de perder el año escolar.
Y para ello el gobierno acaba de aprobar un Decreto de
Urgencia con muchos beneficios que son resultado de la presión sindical que ha
ido escalando hasta poner al gobierno contra la pared. Y ello a pesar que un
hábil equipo multipartidario de operadores, prestados del Parlamento, estuvo
dos días con sus noches negociando con los dirigentes para llegar a acuerdos
favorables.
El precedente es inédito, que un poder del Estado
acuda en ayuda del otro para sacarles las castañas del fuego pero sucedió.
Vimos en las pantallas a Jorge del Castillo, César Villanueva y Edmundo del
Aguila, mostrando ser operadores políticos de gran calidad, de aquellos que el
Ejecutivo lamentablemente no puede exhibir porque PPK se empeña en prohijar un
gabinete que él pretende de lujo pero que no da fuego porque no son políticos,
son tecnócratas acostumbrados a mirar desde el balcón a que los políticos les
salven la situación.
Y esto estuvo a punto de ocurrir y la huelga
magisterial debió concluir a satisfacción pero no fue así y ahora no tenemos claro
el desenlace. No todo es pérdida porque ya tienen beneficios logrados pero el
punto esencial es el tiempo que se sigue perdiendo y el daño que se está
haciendo al concepto del mérito asociado al ascenso.
Todos queremos buenos maestros, sabemos que la
educación primaria está en la base del desarrollo, que sus maestros deben ser
los puntales de la excelencia pero no lo son ni en la enseñanza pública ni en
la privada. La primera sin duda es la que mayores flaquezas presenta. Y lo
vemos cuando los estudiantes de colegios fiscales llegan a la secundaria y a la
universidad.
Necesitamos que los maestros de primaria sean los
mejores, que los que no dan la talla la puedan dar, pero no será dejándolos en
la calle, retirándolos por incapaces que eso se logrará. Se afirma que habrá
capacitaciones periódicas para que sean evaluados con conocimiento de causa y
que pasadas tres evaluaciones fallidas el maestro cesará, perderá su trabajo,
se irá a la calle, no a protestar sino a patear latas, a buscar difícilmente el
sustento para su familia, a mendigar si es necesario si no hay trabajo para él.
El fantasma del desempleo los mueve a seguir en la
huelga, el temor al hambre los radicaliza. En todos los sectores hay pruebas
para ascender, para ir hacia arriba y ganar más pero si el empleado fracasa
una, dos y hasta tres veces no ascenderá, no ganará más pero se mantendrá en su
trabajo porque no hay razón que esas fallas de rendimiento sean castigadas con
el extremo del desempleo. En ningún sitio sucede, el derecho al trabajo existe
y las turbas magisteriales mueven las calles para que algunos de ellos no se
queden en ellas.
No puede ponerse en juego la permanencia laboral por los resultados de una prueba de
observación de desempeño, más aún si hay desconfianza en quienes evalúan.
Las promesas de reubicación nadie las cree. No se
trata de permitir la mediocridad sino de combatirla con conocimientos. El gran principio es la capacitación. Ningún
maestro es una tapia para no aprovechar las mejores condiciones de recibir
conocimientos que lo convertirán en el buen profesional que hoy aparece como profesor
fallido. Que la amenaza de desempleo desaparezca, que sea convertida en mayores
enseñanzas, en oportunidad para trabajan mejor y lograr remuneraciones más
altas.
Ese es el único camino y el más justo. Que el gobierno de prueba de lo
que reclama, de mayor sapiencia y flexibilidad, que elimine la guillotina del
desempleo y se disponga a preparar mejor a los que no tuvieron oportunidad de
estudiar o no lo hicieron bien.
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