SIN MESURA
En el diario Correo el 22 de julio del 2017
La lucha contra la corrupción es
de todos y hay funcionarios de Estado encargados de conducirla. Los Procuradores
defienden al Estado no al gobierno y hay que garantizarles autonomía del poder
político. Pero no son islotes de poder absoluto donde puedan prosperar
ambiciones personales sin control. Hay quienes han pasado por estos cargos y
los han convertido en trampolín político para aspirar a cargos de
representación. El mal ejemplo de Yeny Vilcatoma, hoy congresista, cunde en
detrimento de la responsabilidad de una misión que debe hacer de la confianza y
la reserva parte importante del cumplimiento. Lo que vemos ahora es un
desbarajuste de versiones y empujones para disputarse las cámaras y las supuestas
verdades con gran beneplácito mediático y mucho daño a la imagen del Estado y
de la política.
Ahora resulta que hay paladines
intocables que se enfrentan a empresas y gobiernos corruptos que los empujan a
denunciar ante la televisión para que la sociedad entienda la justicia de su
causa. La guerra de los Procuradores contra el Ejecutivo es un contrasentido
que empieza con la sobreexposición mediática que hace daño a todos.
Bien que
las procuradoras sean independientes y muy eficientes mal que se quejen públicamente
cuando se les pide dejar los cargos que recibieron por confianza en su
profesionalidad e integridad. Tengan o no razón, y de seguro pueden tenerla en
muchos aspectos, la denuncia pública desmerece un trabajo que debe darse con la
reserva suficiente para asegurar resultados, en las antípodas de la grita
mediática que distorsiona en beneficio del escándalo y del rating.
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