KENYI NO ES KENYA
En Correo del 08 de julio del 2017
La posibilidad de liberar a Alberto Fujimori se ha
convertido en una eventual cortina de humo, regresa cada cierto tiempo sin que
argumentos nuevos, salvo el paso de los años, se hagan presentes. El ex dictador
pronto cumplirá 80 y está en prisión hace diez por violación de derechos
humanos y corrupción. Ahora el indulto tiene el simpático rostro de Kenyi su
hijo menor, su abanderado, el que gana espacios políticos con hábiles jugadas
que lo colocan incluso enfrentando a su hermana y buscando acercamientos,
tendiendo puentes, con el debilitado gobierno de Pedro Pablo
Kuczynski. Pero Kenyi no es Kenya.
PPK está haciendo del indulto una ficha comodín con el
argumento de la unidad nacional y la necesidad de voltear la página. Pero cualquier
decisión, a favor o en contra, podría generar una convulsión social y política de
envergadura. El antifujimorismo existe y sus dimensiones han impedido la
victoria electoral de la heredera mayor en dos oportunidades. Y al mismo PPK le
ha permitido llegar al poder aunque por escaso margen.
Fujimori y PPK afirman su deseo de voltear la página
pero no es tan simple hacerlo indulto mediante. Está en juego el estado de
derecho que no puede ni debe ser manipulado. Olvidar y perdonar puede ser pero
no si significan impunidad o arbitrariedad que haría más frágil al gobierno y
lesionaría nuestras ya muy débiles instituciones. Ningún estadista canjearía la
historia por la quincena para aplacar o arreglarse con el inmenso poder que los
fujimoristas tienen hoy en el Congreso. Ni ley ni valores se negocian. Los años
de encierro o la edad no son factores liberadores para un ex presidente
debidamente sentenciado y condenado. Procedería el indulto humanitario si fuera
el caso pero si no lo es otorgarlo como gracia divina convulsionaría al país de
modo incontrolable. Y PPK lo sabe muy bien.
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