PARA SUPERAR
EL INMOVILISMO
En POlítico.pe el 16 06 17
No hay democracias en América Latina
donde el presidente pueda disolver el congreso como pueden hacerlo los
presidentes de Finlandia y Francia. La Constitución peruana si lo permite aunque
solo en respuesta a repetidas censuras de sus gabinetes con lo cual se desvía
del modelo presidencialista.
Las críticas
al presidencialismo vienen de que pocas democracias que lo aplican son estables
por mucho tiempo. Se cree que es una fórmula menos exitosa que el parlamentarismo.
Pero la clave -como lo estamos viendo en el Perú- está en el equilibrio de
poderes y en la forma en que el Congreso es elegido cuando aún no se sabe quién
será el ganador de la segunda vuelta. Así damos una mayoría a la que podría ser
la segunda fuerza y no a quien será el jefe del Ejecutivo.
De otro lado
el mandato fijo del cargo presidencial introduce una rigidez menos favorable a
la democracia que la flexibilidad que ofrecen los mecanismos parlamentarios de
no confianza y disolución. Los presidencialismos ofrecen menos flexibilidad en
situaciones de crisis porque todo intento de cambiar al presidente hace
peligrar al régimen. El presidente es incapaz de acciones coherentes debido a
la oposición parlamentaria pero ningún otro actor puede resolver el problema
jugando dentro de las reglas democráticas. Así no sólo es difícil remover a los
presidentes de sus cargos, sino que ellos puedan reforzar su autoridad mediante
un voto de confianza o por disolución del parlamento para convocar a nuevas
elecciones. Lo que tenemos es una contradicción entre el deseo de un ejecutivo
fuerte y estable y su debilidad real.
Los
presidentes elegidos con escaso apoyo en el congreso enfrentan amargas luchas de
poderes y son incapaces de implementar su
agenda pudiendo llegar al indeseable inmovilismo que es ingrediente crucial de
los golpes de Estado. Además puede alentar al radicalismo o los populismos para
superar la ineficiencia de las democracias débiles.
En un
sistema parlamentario, el partido del primer ministro puede reemplazar a su
líder, o un socio de coalición puede retirar su apoyo y provocar un cambio de
gobierno sin recurrir a un golpe, mientras que este podría ser la única forma
de remover a un presidente que carece de apoyo.
Cabría entonces una reforma
constitucional para que el Congreso sea elegido cuando ya está claro quién es
el presidente electo. Como acaba de suceder en Francia. Enmanuel Macrón tiene
un partido demasiado joven para ganar legislativas. El pronóstico era pesimista
pero ha ganado la mayoría porque los franceses le han dado la oportunidad de
que gobierne sin las interferencias de una mayoría opositora en la Asamblea
Nacional. Si en el Perú pudiéramos elegir congresistas en una vuelta adicional
como sucede en Francia tendríamos presidentes fuertes por voluntad popular y no
este interminable conflicto que tan peligrosamente nos conduce al inmovilismo.
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