LA SUPERIORIDAD MORAL
En Correo el 10 de junio 2017
Causa perplejidad que dos personajes ligados a las más
importantes funciones en nuestro régimen político, el Contralor de la Nación y
el Ministro de Economía, estén cuestionados.
Uno que controla el buen uso de los recursos del Estado, el otro que decide
sobre su uso. Ambos definen el buen destino del dinero que producimos todos los
peruanos y que deseamos tenga buen fin, siempre aplicado al interés social.
Dos personajes esenciales bajo sospecha de hacer prevalecer
intereses propios o ajenos a la sociedad sobre acciones públicas en las cuales
solo debería contar el interés general. La traición ronda a los ciudadanos que
creemos en el poder moral, en la corrección y en que los designados por
nuestros representantes serán los mejores para pensar y actuar por nosotros.
Negarse a renunciar no tiene sentido cuando necesitamos personajes decentes en
cargos clave. Que cualquiera de ellos permanezca sería mortal para la
democracia peruana ya atacada por la megacorrupción. Aceptar su renuncia es prevención
moral y racional. No hay otra posibilidad dentro del contexto de la lucha
contra la corrupción que es una instrucción actual, indispensable, total, sin
fisuras ni brechas posibles. No valen prejuicios ni resentimientos menos aún
privilegios o tratos deferentes. Ambos, Alarcon y Thorne, están lesionados en
su credibilidad. Tal vez uno mucho más que el otro. Pero su separación es
indispensable para no concitar rechazo a presuntos intocables. Debemos proteger
la superioridad moral de la democracia con lealtad a sus principios, No hay
autoridad sin legitimidad ni confianza.
En esta
línea rindo merecido homenaje al recientemente fallecido embajador Eduardo Carrillo Hernández. Gran amigo,
reconocido luchador por la democracia y contra la corrupción, perseguidor de
sueños políticos y sociales. Valioso jurista miembro de nuestra Cancillería, gran
maestro de juventudes pero sobre todo decente, leal y devoto defensor de la
democracia y la ética política durante el fujimorismo. Honor al honor.
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