EL DAÑO MORAL
En Político.pe el 14 de enero del 2017
El contralor general Edgar Alarcón reveló que entre
los años 1988 y 2015 los contratos suscritos por el Estado peruano con
Odebrecht generaron al Perú un perjuicio económico de 283 millones de soles. Estos
son los números pero el daño moral es inconmensurable toda vez que entre los
involucrados están desde presidentes hasta altos funcionarios gubernamentales.
Ello significa que no hay políticos nuevos ni distintos
a los estigmatizados como tradicionales, todos están afectados, la política
está lesionada y la democracia también. Para aquellos que no tienen nada que
ver con la megacorrupción nadie es confiable. Todo el que haya desempeñado un
cargo, alto o mediano está bajo sospecha. Ni nuevos ni viejos rostros de la
política se salvan, la lápida se extiende.
La corrupción entre los políticos peruanos se da a todos
los niveles, sin banderas ni ideologías que los preserven. De izquierda y de derecha,
liberales y conservadores. Frente a esta siniestralidad no aparece una reserva
moral actuante y reconocida lo cual hace mucho más grave el perjuicio, mayor que
cualquier monto económico que pudiera mencionarse. No hay a la vista el
antídoto que pueda ayudar a la nación a recuperarse.
¿Dónde están los personajes que podríamos reconocer
como absolutamente preservados de la corrupción en los partidos políticos y en
las instituciones? ¿Dónde los que deberían estar exigiendo a las instituciones
que se presumen titulares de la investigación para que sea rápida, imparcial,
sin privilegios ni consideraciones personales movidos por el dinero o los
respetos reverenciales? Que salgan por favor.
Ante la dimensión del desastre moral no caben
argucias ni distracciones. Tenemos la masiva reacción de la calle, positiva
aunque amorfa y anónima, que sin asumir responsabilidad concreta representa la
grita colectiva y la indignación del momento.
Pero necesitamos vigilancia social. La prensa
representa un gran bastión cuestionador y analítico siempre que pueda mantenerse
imparcial ante los múltiples intereses que irán apareciendo. Muy importante
sería la creación de un sistema judicial especial anticorrupción como el que surgió
el 2000 para investigar la corrupción fujimorista. Y que el Ministerio Público
se ponga las pilas.
De otro lado corresponde a instituciones y partidos
políticos activar sus reservas morales. Quienes se saben indemnes que actúen
para evitar la destrucción total que se anuncia. Se requiere voluntad política
en el gobierno y en la oposición y en todos aquellos que pueden contribuir con
poco o mucho para denunciar a los culpables.
Toda reconstrucción moral comienza con una gran
cárcel contra la impunidad en especial contra superpoderes como el de Odebrecht “que ponía y sacaba presidentes” con la
complicidad de nacionales que no dudaron en vender a la patria como eficaces
felipillos contemporáneos.
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