sábado, 5 de septiembre de 2015

 
 
 
NO HAY ESTADO SIN SEGURIDAD
 
 

            
Toda sociedad se organiza en Estados y les da dinero, atribuciones y autoridad para la protección y defensa de la vida. Si un Estado no puede cumplir en todo esto, lo demás es accesorio. El primer derecho humano es a la vida. La primera obligación del Estado es protegerla. Es su justificación. Si no lo hace, no hay razón de que exista.

Así de grave es la crisis de inseguridad y criminalidad desatada que estamos enfrentando. Que las hay peores en otros países, seguramente, pero la del Perú ya resulta insoportable y la gente busca soluciones. Si el 90% de los peruanos se siente inseguro en las calles y en su hogar, cómo no pensar en la “justicia” por mano propia con linchamientos y castigos. Y esto es lo más grave que puede suceder: el retroceso, la ineptitud, el deterioro del Estado. Nada peor. Hay estados fallidos y estados inútiles asociados a la pobreza, a la falta de educación, a las enfermedades y a la criminalidad. Vamos perdiendo de vista logros y desarrollos para retroceder al nivel del primitivismo en una sociedad sin reflejos institucionales que torna a la defensa tribal, a la protección que usan los pueblos que se quedaron atrás.
Los políticos pueden prometer todo ad portas de elecciones generales, pero el fracaso es el fracaso y las vidas y la confianza perdidas no se recuperan. No se trata de dureza, sino de eficacia. No habrá batalla ganada sino sociedad menos lesionada con vidas que se pierden e indignación que crece. Lo que falta es actitud moral, ética social para actuar y para creer; estamos en un círculo vicioso del que será muy difícil salir.
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La clave sigue siendo la mayor efectividad de la Policía y del Poder Judicial. Pedimos mayor equipamiento, mejora de las comisarías, coordinación entre municipios, PNP, Fiscalía y jueces, y ojalá lo consigamos, pero el mejor y único eslabón efectivo será siempre la sociedad organizada relacionada con la autoridad legítima. Para ello debe haber Estado sólido y con autoridad que no desaparezca en el peor momento, como es dramáticamente el caso.

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