EL CASO DE EL
NAZARENO EN PAMPLONA
CIUDAD
PÁNICO
Para Portal Punto de Encuentro
El reconocido pensador francés en su libro "Ville Panique" se
adelantó al estado de ánimo que invade a los habitantes de las ciudades en las
que se enseñorea el miedo hasta llegar al pánico por la amenaza ubicua y
permanente que significa la delincuencia y la criminalidad que deja en letra
muerta el derecho a la vida. El filósofo galo se refiere a los efectos
desestabilizadores de las catástrofes o de los accidentes que consiguen lo que
antes las revoluciones, es decir que pueden llevar a un cambio de gobierno o a una
crisis interminable. Y no está pensando solo en la renuncia de una autoridad sino
en un cambio completo de gobierno o de régimen.
En el Perú ya estamos
en una crisis, jaqueados por una delincuencia organizada y tecnificada que
llega fácil e impunemente a la criminalidad. Encerrados en nuestras casas con
temor de salir y también de quedarnos. De ir a un restaurante o de tomar un
taxi. Vivimos con un sentimiento cercano al pánico para el cual hablar de
inseguridad ciudadana resulta muy pobre y muy débil. No solo nos sentimos
inseguros podemos llegar a estar aterrados. Pregúntenles sobre el trauma que
les queda a quienes acaban de sufrir un
ataque, de robo o de sicariato. Por eso crece la indignación a niveles que podrían
dejar atrás la civilización y hacernos retroceder a la acción tribal de la
justicia por mano propia.
Paul Virilio analiza en Ville
panique, artículos de diarios, entrevistas a personajes políticos, anécdotas de
accidentes y columnas de opinión para describir ese escenario violento y
descontrolado que nos rodea. Y lo hace con una sola misión la de alertar a la
sociedad de lo que está pasando y sobre todo de expresar la urgencia y convicción
de que la acción política consiste en tomar nota de los peligros. En nuestro caso
estamos llegando a extremos que exhiben un Estado deteriorado o inútil con
instituciones tan ineficaces que la gente angustiada quiere hacer lo suyo,
incluso al margen de la ley.
Si un Estado no puede
proteger la vida ni dar seguridad a su población simplemente no tiene razón de
existir, proteger la vida y la propiedad es su justificación y su primera obligación.
Para ese fin los gobernados damos a los gobernantes dineros, facultades,
recursos y cedemos competencias. Si no pueden hacerlo todo lo demás resulta irrelevante.
Y por ello estamos ante un gran peligro, el de la anarquía y el desorden, la
vuelta al primitivismo de la tribu sin Estado lo que desestabiliza
absolutamente todos los aspectos de la conciencia, de la percepción occidental
y de la modernidad.
El pánico anula la
reflexión y descarta la serenidad, la indignación crece y como emoción
colectiva puede ser mala consejera. Al interior de las ciudades el habitante inerme
deja de ser el ciudadano para asumirse como soldado, policía o juez. La crisis
es de confianza, la gente ya no cree en nadie, menos en el Estado, ni en su
policía ni en sus jueces. Ni siquiera sabe quién es el enemigo. Podríamos fácilmente
estar llegando a ese terreno angustiante y sombrío de una silenciosa guerra de
todos contra todos, una confrontación que deriva en histeria colectiva y en la
comisión de crímenes inspirados en la venganza.
El eslabón más frágil
en este caso es la sociedad asediada, acosada e indefensa. Pero también podría
ser el eslabón más fuerte. No por gusto las rondas campesinas fueron
protagonistas de la derrota de Sendero Luminoso. Traigo a colación las
rondas ciudadanas que están activando los pobladores del sector El Nazareno de
Pamplona en San Juan de Miraflores. Un grupo de respetables y enérgicas señoras,
en colaboración con la Parroquia, el Serenazgo y la Policía, salen en los
carros a patrullar las calles de 7pm a 10pm esgrimiendo sus varas
disciplinarias, mientras que de 10pm a 1am lo hacen los varones que no pueden quedarse
rezagados.
Estamos ante un procedimiento
colectivo, digno, solidario y silencioso pero sobre todo muy efectivo. En esas
calles así vigiladas, en solo algunas semanas, los robos han disminuido hasta
casi desaparecer. Mi homenaje a Maura Carlos, mi querida asistenta personal por
décadas, quien es una de esas lideresas. Maura, una señora mayor, admirable,
digna, enérgica, no duda en poner lo
suyo, su esfuerzo personal, su tiempo y su actitud recta y ética. Un asombroso
esfuerzo modélico que por su buen resultado debería ser difundido y replicado
en toda la ciudad invadida por el pánico. Sin esloganes patibularios, sin frases
fuertes ni imágenes terribles han logrado articular una estrategia que deja el temor primario y elemental
en el desván y enfrenta el problema con eficiencia. No en contra ni al margen, en
asociación con las instituciones legitimadas del Estado. Una gran lección a entender
y aplicar.
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