JOVENES A LA OBRA
El escenario político del Perú cambió cuando los jóvenes decidieron
rechazar la Ley del Trabajo Juvenil en cuya defensa se empeñaron malamente
Ollanta Humala y su mujer, dirigente máxima del partido de gobierno. Doble
derrota que deben asimilar en lugar de negarla o minimizarla como simple ruido
político. Los jóvenes han sido protagónicos como también lo fueron durante el
fujimorismo cuando salieron a las calles a protestar por la destitución de los
tres magistrados del Tribunal Constitucional o cuando se empeñaron en lavar las
banderas contra la dictadura corrupta o cuando participaron en la histórica Marcha
de los Cuatro Suyos.
A pesar del descrédito de la política y de que muchos creen que esta
generación se coloca al margen de lo que sucede en el país, no es cierto,
cuando los jóvenes se deciden a participar son un factor esencial y cuando
toman decisiones impactan. Y hoy las condiciones para la conexión sistemática entre
ellos están dadas. Como sucede en todo el mundo las llamadas wikiacampadas o el
movimiento de los Indignados están haciendo historia. Y en el Perú comienzan a
hacerlo. La velocidad de convocatoria de las redes sociales las convierte en
verdaderas aliadas de las multitudes inteligentes. Ya vimos en la primavera
árabe el rol de Facebook y de Twitter vital para la movilización que terminó
con el gobierno despótico de Hosni Mubarak.
En el Perú ya tenemos antecedentes de movilizaciones juveniles
exitosas: contra la Repartija congresal de cargos para los organismos
autónomos, por la defenestración de la presidencia de la subcomisión de DDHH de
la fujimorista Martha Chávez y para revertir el abuso de las AFP contra los
independientes. Todas lograron sus objetivos y extendieron ese sentimiento de
búsqueda, como bien dice Manuel Castells, de una democracia real que los
represente, a ellos y a los intereses comunes dejados de lado por escuchar solo
a los voceros de grupos particulares.
Las redes son un medio eficiente y eficaz para el aglutinamiento, el
internauta deja su silla frente a la computadora y se lanza a la calle para
compartir su indignación y convertirla en protesta masiva que transformará la
política de su país. Son una fuerza. Los llamados Pulpines lograron con tres
marchas multitudinarias la derogatoria de la ley laboral que los discriminaba. Pero
no salieron solo a protestar, en el camino vieron su consistencia a partir de
una voluntad de cambio social y política pero sin asociarse con la violencia.
El éxito de estas protestas ciudadanas -que hacen el
camino de las redes sociales hacia las calles- trae un nuevo actor político que
los partidos tradicionales y los medios de comunicación han venido desdeñando erróneamente.
Las calles tomadas pueden redefinir la democracia que queremos, una más
representativa, menos corrupta, con más voces y pluralidad, con presencia
fundamental de los intereses generales.
Y es que no sólo importan las élites empresariales y financieras,
el equilibrio -palabra clave en la lucha por la igualdad en estos tiempos- va
hacia el centro político, hacia el descarte de los extremos. Se equivocan los
políticos cuando creen que el protagonismo juvenil es momentáneo o
circunstancial y que ellos seguirán manejando la política a su antojo con el
contubernio y la componenda. Los pulpines llegaron para quedarse y está muy
bien que así sea. Los necesitamos como un soplo de aire fresco.
Quien tenga ojos de ver que vea, la experiencia es
importante pero también lo son la ética, el valor y el entusiasmo, algo que
nuestros jóvenes indignados afirman con su entrega, a sabiendas que se
encontrarán con la represión como fue el vergonzante caso de la prisión y
denuncia a 20 jóvenes participantes de las 3 marchas. Son nuestros hijos,
nuestros alumnos, nuestros amigos que llegan para decir su palabra. Quien los
vea como amenaza no es ni demócrata ni político. La reclamada renovación de la
política está llegando de la mano de chicas y chicos con conciencia y voluntad
de participar. Medios de comunicación y partidos políticos hagan espacio. Llegan
con su lenguaje que -entre la consigna de pancarta y la jerga tecnológica-
determina que ahora la ciberpolítica se hace en dos mundos paralelos, el de la
plaza y el de la realidad virtual. Bienvenidos.
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