MODALES PARA LA MEMORIA
Publicado en Correo el 22.11.14Lamentable que el presidente haya usado la palabra cloaca para referirse al fujimorismo. Cuando se cumplen catorce años de que Alberto Fujimori renunció por fax, después de haber intentado un tercer mandato con elecciones consideradas -por observadores internacionales- como las más sucias de la historia. Y de que un vladivideo demostrara la forma en que se hizo política de 1990 al 2000.
Esa década es el símbolo de lo que no debería volver a
ocurrir en nuestro país. Muchos purgan condena por delitos e inmoralidad probados,
entre ellos Fujimori, pero nada justifica la ausencia de modales y el extremo
de insultos y descalificación al que hemos llegado en la política. Muy
importante la memoria para que lo vivido no sea en vano, para que los inmorales
y delincuentes del pasado no presuman de moralidad y honestidad en el presente.
Eso es impostura y abuso de las libertades que la democracia supone, que no es
un cheque en blanco para que los políticos falseen situaciones. Humala se
refirió al origen del fujimorismo pero el problema no está en cómo surgió si no
en cómo gobernó. Falta una investigación objetiva de este decenio en el que hubo
logros pero también fraude, oscuridad, crimen, delincuencia y estafa política. Un
trabajo así es indispensable para que nuestros jóvenes, nacidos después de 1995
-electores mayoritarios ahora- conozcan el fujimorismo que pretende lavarse la
cara con el olvido. Hay razones para no permitir que sus representantes pontifiquen
de valores que no honraron en su momento.
Pero tampoco se puede usar la memoria para la impunidad,
como cortina de humo para los casos que atenazan al gobierno. El Presidente fue respaldado por su bancada pero lo hicieron
en la forma cuando debieron atacar el fondo. Y el pedido de disculpas parece
irrisorio cuando los ataques y las ofensas proliferan en el mismo formato que
Montesinos hizo popular cuando su prensa chicha insultaba, difamaba y atacaba a
los opositores un día sí y otro también. Se trata de desterrar ese estilo
tóxico de hacer política destruyendo adversarios, considerando enemigos a los
que disienten. ¿Hasta cuándo?
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