POR
UNA IZQUIERDA MODERNA
Hace
catorce años partió Gustavo Mohme Llona, congresista y director del diario La
República. Un líder de izquierda que dio larga batalla contra la dictadura
fujimorista, formó el Comité Cívico por la Democracia y dejó lecciones de
concertación en el Acuerdo de Gobernabilidad para que los sectores democráticos
tuvieran un camino después de recuperar la democracia. Mohme Llona hizo más que
eso, dejó el ejemplo del político que plantea problemas de fondo y piensa en el
largo plazo. Algo perdido en la política local, ganada por la coyuntura y el espectáculo.
Cuántos
personajes como él necesitamos para construir esa izquierda moderna que
contribuya al desarrollo y el bienestar para todos, más allá del crecimiento y
de las buenas cifras económicas que ocultan grandes bolsones sociales a los que
no llegan los beneficios del sistema. No existe un compromiso ciudadano mayoritario
y bien orientado con este objetivo. Nos es indispensable una teoría del
desarrollo que reemplace las utopías latinoamericanas que no funcionaron en el
pasado. Y la clave sigue siendo convencer y movilizar un nuevo consenso
político y social, como lo intentó Gustavo Mohme Llona, para consolidar la
democracia y el estado de derecho.
El Perú
necesita reformas políticas y sociales que no se queden en economías de mercado
abiertas y competitivas. Necesita
líderes en la izquierda y en la derecha, modernos y sensibles ante la
desigualdad y la exclusión. No se trata solo de importar corrientes renovadoras
que tuvieron éxito en países desarrollados sino de asumir que cada país debe
estudiar sus realidades y diferencias para que las reformas, contrariamente a lo que viene sucediendo en el
gobierno de Ollanta Humala, cuenten con participación, aprobación, legitimidad
y credibilidad social.
En plena
sociedad de la información los ciudadanos vigilan y cuestionan a políticos e instituciones.
Y al Estado ineficiente y demasiado lento para las expectativas mayoritarias. El
descontento deslegitima las políticas del gobierno y al propio sistema político
con bajísima aprobación para los poderes constitucionales como el Ejecutivo, el
Congreso y el Poder Judicial.
Y sin
embargo carecemos de espacios para el debate político más allá de lo académico.
Las campañas electorales son ganadas por el marketing más que por la
racionalidad y la propuesta. Tampoco los medios de comunicación –privados o
gubernamentales- propician el diálogo sobre el interés general. Muchas
universidades aparecen capturadas por la visión mercantilista y privatista. Valores
como la igualdad, la equidad, la solidaridad van perdiendo la batalla frente
a conceptos considerados más modernos
como el de un mercado supuestamente eficiente y equitativo asignador de los
recursos.
Las ideologías se desdibujan,
reemplazadas por los intereses de grupo, políticos y económicos. Los jóvenes no
participan en los partidos ni tienen
presencia en los medios. No creen ni practican la política, esa actividad que
Mohme Llona impulsó en todos los espacios, igualitaria, para todos, convencido
de que la primera bandera es ética y social y es la lucha por la inclusión en
el camino al desarrollo.
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