EL INDULTO Y LA ETICA
La ética forma parte del mundo
globalizado, de los valores y de la utopía de convivencia armónica. Responde a
la racionalidad para alcanzar objetivos concretos de perfeccionamiento individual
y social.
Durante mucho tiempo luchamos contra ese
estilo fujimorista que se caracterizó por un repudiable pragmatismo que no se
detenía ante ninguna ley humana o divina. Su norma fue la prepotencia sin
matices y su estilo el de su líder.
Cuando Fujimori cayó, cayeron con él
los antivalores que lo sostuvieron. Lo vimos retornar al Perú e ingresar al
penal. Un ejemplar juicio justo dejó una lección indeleble ante el mundo y en
especial a esos jóvenes que crecieron creyendo que el crimen paga y que puede
forjar ciudadanos afortunados y privilegiados con dinero para gastar y poder
para disfrutar.
Alberto Fujimori en prisión, con una
pena surgida de un proceso debido, significó y significa un triunfo del bien
sobre el mal. El mal encarnado en una década de fuerza y corrupción, de manejo
autocrático que llegó al crimen y a la violación de derechos humanos.
El daño que Fujimori hizo a la nación
y a la sociedad no será resarcido, va más allá de los delitos puntuales por los
cuales ha sido sancionado y se resiste a pedir perdón con una soberbia que
forma parte de su personalidad. Desde este aserto ninguna pena sería suficiente
para la recuperación de la conciencia colectiva que felizmente comenzó cuando
los íconos de esa década estuvieron tras las rejas.
No se trata de fujimorizar la agenda
política ni de confundir justicia con venganza, menos aún de hacer escarnio o
maltrato personal. Por supuesto que las razones humanitarias sensibilizan al
más pintado pero la democracia ya va demostrando su superioridad ética, esencial
para la convivencia, al tenerlo alojado en prisión en condiciones de
privilegio. Nadie podría decir que sufre como pasó con Leguía dramáticas
circunstancias que aceleraron su fallecimiento.
Es cierto que en función de esa
superioridad ética Humala podría conceder un indulto humanitario pero su responsabilidad
será inmensa ante el mundo si no puede demostrar que no se concede consagrando
la impunidad y que el crimen no paga en ningún caso.
Fujimori cumple una condena de 25 años de prisión por
delitos de lesa humanidad para los cuales no existe indulto. Lo saben sus hijos
que han presentado su solicitud precedida de una gran campaña mediática basada
en emociones más que en razones. Estamos
ante un perdón prohibido,
solicitado sin propósito de enmienda, que se puede contemplar sólo por razones
humanitarias, si y solo si, se comprueba que padece una situación médica
extrema. Nunca debería concederse por privilegio y menos haciendo caso omiso de
su trayectoria de cinismo e insensibilidad desde el poder.
Finalmente
el indulto para quien fue dueño de vidas y honras y paseó su prepotente sonrisa
burlona y sus guiños a delincuentes probados, debe ser materia de mucha
reflexión para que no se convierta en grave error y mal ejemplo que nos
avergüence ante nuestros hijos y ante el mundo. No olvidemos que “Donde existe
la misma razón existe el mismo derecho” como reza un principio jurídico
aplicado en todas las legislaciones. Si el MOVADEF está en las filas a favor
del indulto a Fujimori es porque espera que por las mismas razones Abimael
Guzman pudiera ser favorecido, en similares circunstancias, con el indulto
presidencial. Y ahí comenzaremos nuevamente a debatir principios y no intereses
en una sociedad obligada a defender, por encima de conveniencias políticas, la
ética y los valores.
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