EL DERECHO A LA VIDA
ES LA PRIORIDAD
En Correo el sábado 11 de Julio 2020
Vamos subiendo en el concurso de los países que
peor manejan la pandemia por COVID. Estamos en el quinto lugar con cifras
aterradoras, invisibles para Martín Vizcarra y su gabinete de expertos. Lo peor
es banalizar el drama, mirar a otro lado, extender cortinas de humo, desviar la
atención de lo que vivimos y de lo que viene. El más importante es el derecho a
la vida y su defensa el primer deber político, económico y social. La
democracia lo acoge constitucionalmente como consigna obligatoria. En este
momento, de altísimo riesgo y peligrosidad, los contagios avanzan indetenibles dejando
dolor y lágrimas para cientos de miles de familias. Y el gobernante decide
confrontar con el Congreso. En esta coyuntura aterradora recurre a lo que le antes
le permitió popularidad. No piensa en la unidad del país para afrontar lo peor,
provoca nuevamente al Congreso. Cuando toda su atención debe estar puesta en
salvar vidas, en mejorar la asistencia salud, en atender la informalidad
desbordada por desesperación, genera una crisis política ideal para que se
olvide el desfile de féretros y las angustias en las puertas de los hospitales.
No hay camas UCI para nadie, ni en MINSA, ni en ESSALUD e increíblemente tampoco
en las clínicas privadas. Con dinero o sin dinero el enfermo grave muere
mientras el país discute la inmunidad. Desatendemos el genocidio sanitario de
hoy y el que vendrá agravado por desempleo, hambre, enfermedades, quiebras y
falta de lo indispensable para vivir para millones de pobres o que vuelven a la
pobreza. La torpeza debe tener límites, los intentos de autocracia también. Que
muchos medios no reflejen lo que sucede por supervivencia económica no desaparece
la responsabilidad por el maquillaje de cifras y el desvío de atención a temas
que son menores ante la muerte. La complacencia es inadmisible, la banalización
cruel e irresponsable
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