VEINTE VEINTE
Comienza el 2020,
año emblemático que convoca esperanzas e ilusiones más por cábala que por análisis
realista de lo que sucederá en nuestro trajinado país que viene de un año
traumático y difícil. El proceso electoral no mueve todavía ilusiones y el mandatario
espera la decisión del Tribunal Constitucional que podría cambiar los designios
de su poder concentrado y ampliado con su influencia mediática.
¿El cierre del
Congreso será confirmado como violación constitucional o pasará como simple
acto unilateral? ¿Será Vizcarra un gobernante de facto? ¿Consagrará el TC la
denegatoria fáctica de la confianza? El proceso competencial aparece complejo y
difícil en lo jurídico y en lo político y definitivamente tendrá consecuencias.
Pasadas las
fiestas reaparece la angustia colectiva por la inseguridad y la violencia en
las calles con víctimas diarias que aumentan sin control. Con feminicidios que
se incrementan sin protección real. La salud pública no deja de estar colapsada
con hospitales desabastecidos. Y la ineficacia del Ejecutivo no se compensará por
el nuevo Congreso que no tendrá en sus manos las soluciones.
El equipo que
dirige Rafael Vela, que busca terminar con la impunidad de los graves delitos
de corrupción, concentra controversia pero también confianza. Su difícil tarea ha
generado excesos pero también aciertos y ganado gran apoyo de la población. Este
año deberá ser el de las acusaciones fiscales, el de los procesos que finalicen
con sentencias de condena o de absolución. Que concluyan las exageraciones de
las prisiones preventivas y las de la politización de la justicia. Que con
equilibrio se combata la impunidad de los
notables e influyentes y que la anticorrupción
sea una bandera coherente entre la ley, los principios éticos y el discurso
político. Para que este año tenga un doble veinte los que pretenden liderar la
anticorrupción no pueden ser parte de la impunidad ni de la incapacidad
política, policial, fiscal o judicial.
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