¿MENSAJES RECIBIDOS?
Mi columna HOJA DE TIEMPO en Correo el 2 de Noviembre 2018
Las protestas convulsionan América Latina. Chile -el gran
paradigma del neoliberalismo- no se cansa de manifestar en las calles sin
encontrar límites para su violencia e indignación. Como Tony Judt tituló su
obra póstuma Algo va mal cuando no se
comprende el extremo de los abusos, el maltrato y la desigualdad sistémica. Cuando
el sentido común se pierde y el temor se enseñorea la paz social es una ficción.
Nadie duda que lo que sucede en otros países es una señal de alerta. Así debe haberlo
sentido Martín Vizcarra cuando en la peculiar investidura de su gabinete en
Palacio de Gobierno saludó la admisibilidad de la demanda competencial por el
TC e insistió en atender aspectos sociales como la salud o el incremento del
sueldo mínimo, aunque sabía que afrontaría resistencias empresariales. Ojalá entendiera
que no es posible dejar la definición de los destinos nacionales a multitudes
que pueden arrasar derechos e instituciones con altísimos costos humanos y
económicos.
La violencia está en toda la región, de México a Chile
pasando por América Central y en especial en Venezuela donde el estado de
derecho, la institucionalidad y la democracia son un engaño. El Perú no está vacunado
contra el contagio. Tiene demasiadas demandas sociales embalsadas a lo que se
agrega el gravísimo telón de fondo de la corrupción que nos está dejando sin
dirigentes confiables. Tenemos una urgencia acelerada de cambio de élites como
en los países en que las guerras arrasan generaciones. Por eso necesitamos
instituciones sólidas y democracia igualitaria. La crisis de confianza puede desestabilizar
coyunturas y horizontes nacionales. La licencia a Tía María es un test
riesgoso.
Idealmente el Perú podría lograr una mejor representación y apostar
por el futuro con democracia y madurez pero la urgente agenda social espera
atención inmediata para prevenir estallidos. En momento tan difícil y complicado no funcionan
respuestas ambiguas, toca tomar decisiones.
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