LA VOZ
CONSTITUCIONAL
En diario Exitosa el domingo 13 de Octubre 2019
Se
produjo la disolución del Congreso y el país continúa en situación de
incertidumbre y de inestabilidad aunque muchos pretenden que estamos en plena
normalidad y que aquí no ha pasado nada. Toca al Tribunal Constitucional
consagrar la legalidad del gesto de Martín Vizcarra u ordenar su rectificación
si políticamente fuera posible. Lo que no se puede olvidar son los problemas
nacionales que se ven más urgentes ante el temor de que la ruptura afecte aún
más la economía ya paralizada en el consumo y el comercio. Hay muchos problemas
pendientes en este quinquenio que todavía está a la mitad y que ha sido
afectado por turbulencias y fuertes amenazas de inestabilidad con dos gobernantes
que en permanente colisión de poderes no afrontaron severos males como la anemia o desafíos como la reconstrucción
del norte con la obra pública requerida, ni pudieron destrabar las inversiones
que generan fuentes de trabajo.
Pablo Olaechea
ha requerido al Tribunal Constitucional para que suspenda los efectos
del decreto de disolución, declare que el Ejecutivo no tiene competencia para
plantear una cuestión de confianza sobre atribuciones exclusivas del Parlamento
y que precise que la cuestión de confianza solo puede ser otorgada de forma
expresa a través de una votación y no de manera “fáctica”. El tema ha sido bien
propuesto y suscrito desde lo jurídico, lo político y lo racional por el
Presidente del Congreso que en esa calidad preside la Comisión Permanente como
lo señala el Reglamento de ese poder del Estado con fuerza de Ley. No existe
ninguna usurpación de funciones como pretende Vizcarra.
Nos toca esperar que el TC como instancia máxima diga
su voz sobre situaciones alejadas de la constitucionalidad, y que lo haga sin
influencias políticas ni parcialidades que lo despojarían de legitimidad. Sería
excelente le diera prioridad y que además pudiera hacer docencia sobre los
mecanismos utilizados como amenazas que nos han traído hasta este indeseable momento.
De un lado la vacancia presidencial y de otro la disolución
del Congreso fueron malamente agitados como amenazas mes a mes. Sin pensar en que son
mecanismos traumáticos que solo deben utilizarse en situaciones extremas, con
escrupulosas formalidades y estricto fundamento. Igualmente el TC debería aclarar
que la cuestión de confianza no es un recurso banal que puede convertirse en
una espada de Damocles permanente. Son cuestiones esenciales que no deberían
ser dejadas a la interpretación interesada y coyuntural pues como hemos visto
se vuelven contra el Estado de Derecho.
Y mientras se resuelve el problema político mayor el
Presidente debería aceptar que tendrá que superar la mediocridad de la gestión
pública en temas económicos como sociales y de seguridad. La eficiencia que
requiere para concretar el gasto y tomar las decisiones fundamentales no vendrá
del Congreso que se elegirá en
enero 2020 ni del precario gabinete de urgencia que preside Vicente Zevallos.
Si gracias a la definición constitucional logramos
superar la incertidumbre e inestabilidad generadas por la disolución del
Congreso, Martín Vizcarra, sin dejar de dialogar como pide el Defensor del
Pueblo, Walter Gutierrez, podría culminar su mandato convocando a los mejores
en un gabinete de ancha base, buscando un acuerdo mínimo para la atención de
las urgencias, cumpliendo sus promesas y demostrando haber restaurado el orden
constitucional sin extender indefinidamente su mandato como muchos temen.
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