AQUÍ ESTOY
PORQUE HE
VENIDO
En democracia la división y equilibrio de poderes es muy
importante como también lo son las formas y las buenas maneras. En el Reino
Unido, de modélica monarquía parlamentaria, la Reina pide permiso para ir al Congreso.
No impone su presencia ni desafía a los representantes del pueblo. Pero en el
Perú la reciente visita del presidente Martín Vizcarra al Parlamento ha roto
una tradición de respeto a lo que en algún momento se consideró el primer poder
del Estado. Y ha generado nuevas tensiones porque el Ejecutivo quiere, rabieta
de por medio, que le aseguren que el Congreso aprobará la reforma política a la
brevedad y según su propuesta. Los parlamentarios, aunque de pobre aprobación, esta
vez no se dejaron poner contra la pared como sucedió con el referéndum de
diciembre.
Nunca segundas partes fueron buenas dice el dicho. Bien
aplicado al caso con la respuesta del titular Daniel Salaverry “No le tenemos
miedo a un posible cierre”. En buen cristiano no están dispuestos al
avasallamiento.
Mal cálculo presidencial porque no está el horno para
bollos. Las reformas no son urgencia para la gente que vive una etapa de
convulsión moral por el impacto de la mega corrupción que parece no conocer
límites y de desborde social por los paros y el desempleo más los graves
problemas diarios de criminalidad urbana, salud pública y economía con pobre
crecimiento. A nadie encandilan las ofertas e iniciativas reformistas mientras
no se atienda lo prioritario.
Con poca comprensión del momento crítico y muy poca
sintonía con la gente Vizcarra ha inaugurado un nuevo periodo de choque de
poderes, con sus secuelas de inestabilidad política y jurídica, en el que nadie
gana. Seguirá bajando en las encuestas porque la población rechaza la desatención
a sus apremiantes necesidades, en especial la inseguridad, mientras los
políticos se pelean en las alturas.
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