LA JUDICIALIZACIÓN
DE
LA POLITICA
En Político.pe el 20 de abril 2018
El Poder Judicial
está bajo los reflectores. Todo el país está descontento y es ácidamente crítico
con sus resoluciones y sentencias. Dentro del clima de armonía y diálogo que
Martín Vizcarra se empeña en instalar en el país -en la búsqueda de la estabilidad
que le permita conseguir los objetivos trazados- jueces y fiscales parecen ir a
contracorriente. Juegan en pared con un Congreso que ha perdido credibilidad
después de los kenyivideos instigados por Fuerza Popular. Los hermanos Fujimori
han demostrado poca fraternidad y nada de escrúpulos para sacarse recíprocamente
del camino. Kenyi a punto de ser desaforado y Keiko con su aprobación
disminuida. A lo que se agrega que todas las bancadas, salvo honrosas
excepciones, están bajo sospecha de corrupción lo que hace que las turbulencias
se afinquen en el Parlamento al cual llegará el 2 de mayo el gabinete
Villanueva para pedir el voto de investidura.
En el sistema
judicial se multiplican las incoherencias que generan desconfianzas absolutas. En
especial en asuntos que tienen que ver con la política activa, con la
corrupción, el terrorismo o la delincuencia, que flagelan a la sociedad. En
todos estos frentes abundan ejemplos de decisiones judiciales inexplicables o donde
la sospecha de la prevaricación o el pago bajo la mesa están presentes. La
justicia que tenemos es el flanco más débil e inoperante de la democracia que
queremos preservar. No exhibe ni independencia ni consecuencia, es
insuficiente, parcial, sesgada o politizada cuando no corrupta.
El juez virtuoso que
se basa en méritos, que exhibe criterio autónomo y credibilidad ganada decisión
tras decisión no existe en nuestro país. No lo vemos. Más bien se ven -con
honrosas excepciones- magistrados que son la antítesis del modelo que necesitamos.
La politización de la
justicia es la mayor debilidad que debemos enfrentar. El poder de jueces y
fiscales para actuar sobre su contraparte legislativa y ejecutiva es real pero
no responde a ninguna legitimidad, más bien se generaliza peligrosamente el
rechazo a sus desaciertos. Y con ello la urgencia de una reforma que hasta
ahora ha sido históricamente esquiva o imposible.
En el 2004, Hugo Sivina, como
Presidente de la Corte Suprema intentó con un Pacto por la Justicia llevar
adelante una reforma a partir de audiencias en todo el país. Tuvimos el honor
de acompañarlo junto a Raúl Ferrero, Diego García Sayán y Marcial Rubio y de constatar
el ferviente reclamo de cambio de la justicia. Han pasado casi quince años y
jueces y fiscales siguen ejerciendo mal su poder sin contrapoder ni limitaciones.
El asunto es quién podrá ponerle el cascabel al gato.
PD: Mi homenaje y mi recuerdo para el gran magistrado que fue Carlos Giusti Acuña, muerto en el rescate de la residencia del Japón tomada por el MRTA. Honesto e íntegro fue un juez modelo, de los que tanto necesitamos hoy en día. Honor al honor.
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