EL
COLAPSO
Y LA RESERVA MORAL
Mi columna HOJA DE TIEMPO del 03 03 2018
El colapso social de algunas naciones, por ausencia ética,
es tan insostenible como un cataclismo que lo destruye todo. Pasó el vendaval Barata y como habíamos previsto ha dejado
barro y destrucción. No física pero sí moral, mucho más difícil de construir y
reconstruir. Desconfianza, desconcierto, desencanto son las señales de los
Estados fallidos, aquellos que no pueden dar a sus sociedades la seguridad, la
defensa del derecho a la vida y la atención a sus necesidades elementales. Eso
sucede cuando la corrupción generalizada se apropia de los recursos colectivos
que van a parar a bolsillos privados. Por eso es un flagelo social que debemos
combatir hasta eliminar y solo se logrará si alejamos la indiferencia ante la impunidad
que como inercia tóxica se ha apoderado de nuestro país.
La situación
es complicada, enfrentamos una megacorrupción, descubierta desde el extranjero,
que pone a prueba la capacidad de nuestro Estado para investigar y sancionar a
los culpables. Muchos ojos están puestos sobre nuestras instituciones que deben
estar a la altura del desafío.
La
clase política ha sido tocada incluyendo a nuestro presidente en ejercicio, lo
que abunda en la gravedad. Jorge Barata ha ampliado el espectro aludiendo a la
segunda fila dejando a los beneficiarios directos con la posibilidad de negar
la recepción del dinero que Odebrecht repartía sin bancarizar y de manera
oscura para que no quedara dudas de que los aportes venían de fuente ilícita.
La coima no da recibos y lo sabemos pero se trata de aportes a campañas
electorales que bien podrían ser simples faltas administrativas, precoimas o
adelantos en caso llegaran al poder. Salvo el caso agravado de Susana Villarán
la única que presuntamente recibió aportes en ejercicio del poder ya elegido.
Es la segunda vez que nuestra sociedad está ante ese desencanto al ver a
sus autoridades cobrar un precio. Lo fue cuando cayó el fujimorismo y los
vladivideos exhibieron a la clase política apoyando al gobernante a cambio de
un monto pagado puntualmente en la salita del SIN por el súper asesor Vladimiro
Montesinos. Lo es ahora cuando dineros extranjeros compran voluntades
nacionales en beneficio de una empresa mega corruptora. Antes fueron los
dineros del Estado hoy son las arcas privadas las que irrigan la corrupción.
En ambos casos nos dejaron la misma pena y decepción por una clase política
y empresarial que se vende. La misma incertidumbre por el futuro y la misma vergüenza
por el espectáculo que estamos dando ante el mundo. Corresponde a nuestros
jueces y fiscales dar pruebas de integridad y de capacidad para desterrar la
impunidad. No se trata de jugar a afirmaciones y negaciones, se trata de investigar
y aportar pruebas. No puede ser mi palabra contra la tuya.
Pero sobre todo corresponde a una reserva moral política -que todavía no
muestra su rostro- reconstruir la confianza para seguir adelante. Al comenzar
el siglo XXI -cuando cayó el fujimorismo- nos tocaba una refundación política
que lamentablemente no hicimos. Tal vez este sismo nos sirva para hacer de la
debacle una oportunidad. Para que resurja el espíritu republicano con
instituciones que dejen atrás las inercias y las complicidades culposas en el
camino de recuperar la esperanza.
En toda nación es el gobierno el que debe dar las
pautas del buen comportamiento social, descartar el “mal ejemplo”, imponer las
leyes, rechazar la complicidad y el encubrimiento de los delitos políticos y económicos.
No podemos perder el sentido ético de la conducta política, necesitamos virtuosos
que se impongan sobre los que contaminan la vida social. Es este un mensaje para
Palacio de Gobierno.
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