GUERRA AL AZÚCAR
Y LAS GRASAS
En Político.pe el 17 03 17
El
desastre nacional concentra toda nuestra atención. Cientos de miles de
damnificados por la naturaleza en furia reclaman ayuda de autoridades y de la
gente menos afectada. La agenda está copada por la angustiosa situación que ha
convertido calles en ríos y hogares en símbolo de desamparo. Noticieros y
alertas nos convocan a la preocupación por un drama colectivo que nunca
habíamos visto en tal dimensión.
Si bien
la naturaleza puede sorprendernos siempre habrá forma de evitar mayores daños
si nos preparamos con conocimiento y usamos los recursos a tiempo. No asumimos el concepto de prevención que
autoridades regionales, locales y centrales deben interiorizar para ejecutar el
gasto con racionalidad y responsabilidad.
Eso
sucede también con la alimentación. A nadie le gusta que le digan qué comer,
menos todavía que le obliguen a consumir lo que no le gusta. La alimentación es
asunto personal, de libertad para que cada uno acceda a ella según su leal
saber y entender. Desde pequeños hemos reclamado poder rechazar desde la sopa
hasta las zanahorias.
Pero mantenernos
en esta actitud puede atentar contra la salud. El gusto por el azúcar, las
grasas, las gaseosas y la comida chatarra indica que la autoprotección no
funciona o no se impone como debería cuando se multiplican enfermedades como la
diabetes o la obesidad, endémicas por irresponsabilidad, desconocimiento o
simple terquedad.
En el
Perú vemos por doquier adultos y niños extremadamente gordos hasta la obesidad.
La publicidad de gaseosas y de fast food o comida chatarra alienta el consumo.
En las escuelas, universidades, locales públicas proliferan productos para
engañar el hambre llenos de calorías vacías y de grasas trans.
Portugal
acaba de aumentar los impuestos a las gaseosas y de imponer un menú vegetariano
en los comedores públicos. Han proclamado el 2017 como el año de la guerra al azúcar. Hospitales y
centros de salud deberán retirar los expendedores automáticos de comida con
elevados niveles de sal, azúcar, grasas trans y bebidas con alcohol. A esta
batalla le seguirá la presencia de lo verde. Todo espacio de titularidad
pública ofrecerá un menú sin productos de origen animal.
Chile aprobó en junio pasado la ley más dura del mundo contra
la comida chatarra. Restrictiva y severa para combatir la obesidad. Las
empresas debieron cambiar el etiquetado, los componentes de sus
productos y hasta sus menús. Máximo de sal, entre cinco y seis gramos
al día, etiquetas especiales en alimentos sólidos y líquidos, prohibición de
venta en las escuelas y menos publicidad en horarios dirigidos a menores de 14
años.
McDonald’s,
modificó su Cajita Feliz para adaptarse a la nueva ley. Una hamburguesa más
delgada, sin mayonesa ni queso; papas fritas pequeñas y casi sin sal, además de
un jugo bajo en calorías o una bebida “light”, más un yogurt o un puré de
manzana. Admirable.
En el Perú tenemos la ley 30021 del 2013 con límites
máximos de azúcar, sal y grasas saturadas para los alimentos procesados en venta
en los colegios. En el 2015 el Reglamento trajo los parámetros
técnicos sobre azúcar, sodio y grasas saturadas. Tenemos la ley pero no se
cumple. La población consume más gaseosas que leche. Y los niños no reciben la
educación nutricional y menos la exigencia para tomar conciencia que azúcar,
sal y grasas saturadas son los tres principales enemigos de la salud.
La alimentación incorrecta llevará tarde o temprano al
colapso en los servicios de salud con cientos de pacientes que ingresan cada
día y desde edades cada vez más tempranas con sobrepeso, obesidad, diabetes,
cáncer. Nos toca a todos combatir
las gaseosas, margarinas, caramelos, galletas, aceites, helados, salsas y productos
dulces. Si no lo hacemos nadie lo hará por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario