ENCUESTOCRACIA
Mi columna HOJA DE TIEMPO en Correo 05 de Marzo del 2016 -
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A pesar de que todas las democracias son representativas, hay una crisis del sistema, y para superarla lo primero que se requiere son reglas claras y respeto a la ley, algo que no se está cumpliendo. El JNE es el primero que genera desconcierto y el Congreso no se queda atrás al haber aprobado una ley a destiempo. Hay desconfianza y desconcierto, y en este terreno frágil y arbitrario todavía no sabemos quiénes son los candidatos definitivos. Por eso las encuestadoras son reinas y señoras al dar respuesta en solitario a las expectativas. No hay democracia sin sufragio universal, pero ella no termina en el voto ciudadano. Lo cierto es que cada uno se forma su propia idea, pero lo hace bajo influencia de las encuestadoras, que están en el ojo de la tormenta por las distorsiones y contradicciones que podrían generar. Sin hablar que los sondeos tienen la capacidad de reconfigurar las fuerzas políticas y hasta de crear y arropar a personajes desconocidos, como está sucediendo con Julio Guzmán.
Mucho más grave es que las preferencias se distorsionen por dinero. La denuncia de Alan García es severa y deberá sustentarla ante la querella de Datum. Veremos la evolución del tema, pero es indudable que se necesita regulación, una normatividad básica.
Las encuestadoras transforman las relaciones de fuerza en los regímenes democráticos; hasta los gobernantes se guían por los sondeos, que asocian a la opinión pública. Si se pretende medir su veracidad de manera científica e indiscutible, se requieren límites y criterios de confiabilidad.
Preguntar directa y cotidianamente a la población es un referéndum en permanencia, esencial para conocer lo que el pueblo piensa. Finalmente es una influyente forma de democracia directa intermediada. En todo esto la lógica de la representatividad y la legitimidad están en el tapete.
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