domingo, 8 de noviembre de 2015


NI POLITICA COMO NEGOCIO

NI NEGOCIO COMO POLITICA


Publicado el 07 de noviembre del 2015 

Nos quejamos de crisis de representación pero la reforma electoral que podría superarla no ha sido obtenida en toda su dimensión a pesar del descontento y desesperanza que afecta la democracia. Hay multiplicidad de aspirantes a la presidencia que creen que gobernar el Perú es un deporte que no requiere capacidad o conocimiento de los graves problemas, les es suficiente tener mucho dinero para sus campañas.

Fueron muchos los congresistas que decepcionaron y se aferraron al voto preferencial que es el del dinero que distorsiona la voluntad popular e hipoteca a los elegidos. Pero como en el Congreso unas son de cal y otras de arena sí atendieron el reclamo de transparencia en la financiación de los partidos en el afán de evitar la infiltración de dineros mal habidos del narcotráfico o de la delincuencia organizada. La ley felizmente aprobada cumple con proteger la política y la democracia al precisar derechos y obligaciones en la captación de fondos y en la rendición de cuentas que no debe ni puede ser bamba como ha sido hasta ahora. La desconfianza por deshonestidad y opacidad deteriora la vida política hasta extremos irrecuperables. Por ello todo aporte significativo debe ser lícito e identificable, nunca secreto, vergonzante o trucho.

Con esta ley debería terminar el enriquecimiento por campañas electorales que dejan saldos que terminan en cuentas bancarias bien colocadas o en súbita prosperidad como parece haber sucedido con los Humala Heredia. La política no es un negocio, los postulantes no pueden ser comprados por ilegales, narcotraficantes, empresarios truchos que buscan tener su congresista o su alto directivo. Tampoco el negocio puede convertirse en política como sucede con universidades que presumen de plata como cancha para irrigar ambiciones electorales. La ley aprobada es un avance aunque la mejor forma de impedir que el dinero mande será siempre que los candidatos se limiten a lo que el Estado puede darles en la franja electoral o en espacios para difundir sus promesas. Campañas modestas como las de los países desarrollados que buscan preservar su democracia. Si es pedir demasiado nos quedamos con lo logrado. Felicitaciones.

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