NI POLITICA COMO NEGOCIO
NI NEGOCIO COMO POLITICA
Nos quejamos de crisis de representación pero la reforma electoral que podría
superarla no ha sido obtenida en toda su dimensión a pesar del descontento y
desesperanza que afecta la democracia. Hay multiplicidad de aspirantes a la
presidencia que creen que gobernar el Perú es un deporte que no requiere
capacidad o conocimiento de los graves problemas, les es suficiente tener mucho
dinero para sus campañas.
Fueron muchos los congresistas
que decepcionaron y se aferraron al voto preferencial que es el del dinero que
distorsiona la voluntad popular e hipoteca a los elegidos. Pero como en el
Congreso unas son de cal y otras de arena sí atendieron el reclamo de transparencia
en la financiación de los partidos en el afán de evitar la infiltración de
dineros mal habidos del narcotráfico o de la delincuencia organizada. La ley felizmente
aprobada cumple con proteger la política y la democracia al precisar derechos y
obligaciones en la captación de fondos y en la rendición de cuentas que no debe
ni puede ser bamba como ha sido hasta ahora. La desconfianza por deshonestidad
y opacidad deteriora la vida política hasta extremos irrecuperables. Por ello todo
aporte significativo debe ser lícito e identificable, nunca secreto,
vergonzante o trucho.
Con esta ley debería terminar el
enriquecimiento por campañas electorales que dejan saldos que terminan en
cuentas bancarias bien colocadas o en súbita prosperidad como parece haber
sucedido con los Humala Heredia. La política no es un negocio, los postulantes no
pueden ser comprados por ilegales, narcotraficantes, empresarios truchos que
buscan tener su congresista o su alto directivo. Tampoco el negocio puede convertirse
en política como sucede con universidades que presumen de plata como cancha para
irrigar ambiciones electorales. La ley aprobada es un avance aunque la mejor
forma de impedir que el dinero mande será siempre que los candidatos se limiten
a lo que el Estado puede darles en la franja electoral o en espacios para
difundir sus promesas. Campañas modestas como las de los países desarrollados
que buscan preservar su democracia. Si es pedir demasiado nos quedamos con lo logrado.
Felicitaciones.
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