MIS GENERALES, MIS
FISCALES
Y MIS JUECES
Nadine Heredia no ha tenido suficiente con manejar su
bancada y con ella a cuatro presidentes del Congreso, además del Presidente de
la República y los tantos primeros ministros con sus respectivos gabinetes.
Heredia también ha exhibido influencia y control del Poder Judicial escogiendo
jueces, amedrentando y presionando fiscales a lo que ahora se agrega la
manipulación de los ascensos a generales de división. La institucionalidad
democrática es nuestra primera fragilidad. Y con ella la castrense.
No aprendimos de lo nefasta que resulta esta práctica cuando
la ejerció Vladimiro Montesinos al hacer cera y
pabilo de la institucionalidad militar para construir un supuesto blindaje para él y para su socio. Al final debieron
constatar que ninguna manipulación resulta válida y que las culpas se pagan
tarde o temprano, ambos fueron a dar a prisión donde permanecen. La lección es
que los excesos de poder se pagan dolorosamente.
Lo cierto es que el ascenso de los cuatro generales de brigada de la promoción
de Ollanta Humala a divisionarios viene causando malestar en las filas y en la sociedad
porque
aún no les correspondía. Con ello se dejan de lado
méritos y carreras de militares que sí merecían el ascenso con los
resentimientos y fisuras consiguientes. ¿Para qué pagar este precio de colocar amigos
en puestos militares claves en momentos de
declive?
¿Cuál es la intención?
En un ambiente plagado de amenazas judiciales y
penales para la pareja estos generales ascendidos con tanto ruido poco podrían
hacer para evitar desenlaces funestos si el escenario se acelerara con nuevas
revelaciones como las que podrían entregar los colaboradores eficaces. Más aún
si el Presidente no ha dudado en violar la norma que dispone que para
ser general de división se debe permanecer 5 años como general de brigada y que
la atención del cuadro de méritos es referente de transparencia. No se entiende
la prisa y la voluntad de infracción, sobre todo cuando la defensa de los
Humala Heredia enfrenta terrenos cada vez más movedizos. Y es que cuando
alguien entra al pantano de la corrupción y está se hace evidente ni generales,
ni jueces ni fiscales pueden hacer mucho para convertirse en eficaces escudos. Menos aún ministros o congresistas en franco desbande.
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