Gato encerrado
Publicado en Diario Uno y en el Portal Generacción el 08 11 14
Trece años después de recuperada la democracia y a tres años del inicio del gobierno de Ollanta Humala, la preocupación por el destino de nuestra democracia es general. La decepción por el abandono de las promesas de cambio y el pragmatismo que se impone con escasa ética y sospechas de malos manejos, junto a la corrupción posible, están minando la legitimidad del régimen.
Lo que vemos es distracción, cortinas de humo, el gran bonetón redivivo. La política ya no es servicio, es inversión con campañas electorales millonarias, lobbys implacables, facturas que se presentan y se pagan, mafias y redes que deberían ser perseguidas pero no lo son, intocables actuantes. Se ofrece, se proclama pero no se cumple.
Tanto renegamos del estilo fujimorista y tanto nos ilusionamos en que pasaría a la historia pero he aquí que se ha adueñado de la escena con otros rostros pero con el mismo menosprecio por la ética y los valores. La sospecha del gato encerrado cunde ante el desconcierto y la desconfianza que alejan a la población de las autoridades. El cinismo y la corrupción están en las antípodas de la autoridad moral.
Alcaldes y presidentes regionales no habidos, ex presidentes acusados, escándalos y misterios que rodean Palacio de Gobierno, maniobras de acusación que van y vienen, la política de opereta encubre incapacidades u operativos mayores que deterioran la esperanza en ese cambio por el que votaron los peruanos tanto en el 2006 como en el 2011.
El cambio político fue una gran esperanza desde el 2001 en adelante pero ahora que la democracia parece secuestrada y sin promesas de algo nuevo, podría instalarse el desencanto, la informalidad, la precariedad y la corrupción. A lo que se agrega la inseguridad ciudadana, la violencia urbana y la delincuencia organizada. Como diría mi padre, todo para gustar.
Por eso está en agenda, como saludable mecanismo de defensa, la necesidad de una reforma que apunte a liberar a la política de las ataduras del dinero y a mejorar la representación desprestigiada. La política no puede seguir siendo inversión o negocio privado en beneficio de los que llegan con angurria a ocupar los cargos como botín de guerra.
Es indudable que se necesita trabajar en el relevo generacional atrayendo a la juventud para que vayan tomando el timón. También que los partidos sean financiados de modo transparente para que funciones sin donantes privados ni inversionistas que seguirán siendo necesarios si no se elimina el voto preferencial. Los medios quisieran continuar con esas campañas electorales cuyos costos exorbitantes les dan ganancias sin fin. Por eso no son tan entusiastas de la reforma que es la única manera de rescatar la democracia y de convencer a la sociedad de defenderla. La soberanía de las urnas y la voluntad popular deberían valer más que el dinero que invierten jugadores y apostadores.
Y como bien decían los integrantes del Foro Democrático que recibimos el viernes un homenaje en el Congreso, organizado por el antiguo forista y hoy congresista de Solidaridad Nacional, Virgilio Acuña, la democracia es tarea inacabada, construcción permanente. Nos faltó una Asamblea Constituyente para sentar las bases de un nuevo país. No la hicimos en su momento pero nunca será tarde. Una reforma constitucional permitirá un nuevo contrato social, favorable al pueblo y a la estabilidad en el largo plazo. Nos corresponda promoverla y concretarla. Ojalá.
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