¿LOS QUE PERDIERON GANARON?
Para muchos no hay respuestas y quienes las tienen no las ofrecen ideológicas sino pragmáticas. Y es que en el continente muy pocos plantean soluciones en términos de izquierdas o derechas, lo que existe es un progresismo aprendido del realismo que impregna regímenes que nacen desde la izquierda y van afirmando voluntades acerca de lo que es posible emprender y realizar, poniendo límites a las voluntades de cambio o al lirismo de los discursos que antes fueron de ruptura y ahora son de integración.
Primordial dejar en claro que la primera frontera para la recomposición programática y social de todo progresismo es la plena vigencia de la democracia y de los derechos humanos como condición esencial y valor universal. Definición básica en los debates que se dan en toda América Latina entre los sectores moderados y reformistas y los que buscan cambios rápidos y radicales.
Y para instalar esa primera frontera los gobiernos deben combatir el desencanto y la creciente desafección ciudadana con la política en general y con las principales instituciones de la democracia representativa, Congreso, Gobierno y partidos políticos. La desaprobación, hostilidad y desconfianza en el Poder Judicial, el masivo desinterés por la política, el escepticismo generalizado, los bajísimos niveles de entusiasmo por los objetivos nacionales. Por aquí hay que empezar y es tarea de titanes sostener y renovar ilusiones por una transformación que podría no llegar.
Por ello una misión de este gobierno es aproximar, reducir la distancia, política y psicológica, ir hacia el equilibrio entre la eficacia institucional de un gobierno democrático y las necesidades de participación. Que el gobernante tenga claro en sus discursos y acciones que sigue apostando por la defensa de los derechos de las mayorías y de la democracia a sabiendas que lo que caracteriza a la derecha es la defensa de los privilegios de las minorías y del poder que los beneficia. Que entienda que una ciudadanía activa y demandante de sus derechos avanza hacia el progreso colectivo. Que una idea fuerza esencial sigue siendo la inclusión social a partir de la lucha contra la pobreza y de la presencia del Estado promotor, regulador, redistribuidor y coordinador del esfuerzo nacional por el desarrollo y la justicia social. Y por supuesto que impulse la lucha contra la corrupción para que la honestidad haga la diferencia como prometió.
Veremos si Ollanta Humala pertenece a esa especie de políticos latinoamericanos surgidos en una América Latina más madura democráticamente, con sociedades que esperan respuestas para que la dimensión humana domine el capitalismo y no al revés. Un desafío que comienza en este 2012 y se proyecta hacia adelante. Buena suerte!
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