CRISIS DE CONFIANZA
La suspensión del proyecto Conga puede constituir una victoria para el país o un fuerte revés. Estamos ante una tregua en la que se juegan la imagen del gobierno, el futuro de la inversión minera, la inclusión social, pero también la preservación de los recursos naturales, la defensa de la dignidad, el punto de vista de la comunidad y el modelo de modernidad. Todos elementos de una lección que el país, el gobierno, la empresa y la comunidad deberán asimilar y que será clave para la capacidad de enfrentar con éxito otras previsibles colisiones.
Estamos en momento de rectificaciones. Yanacocha reconoce la autoridad del Gobierno peruano y asume sus planteamientos de una nueva relación entre empresa minera y comunidad. Del gobierno deberíamos esperar no sonoras pero si efectivas rectificaciones desde que el mismo presidente se apresuró a decir Conga va, lo que agudizó el conflicto cuando aún no se conocían las observaciones del MINAM, claves para explicar y justificar la suspensión.
Es cierto que, como dijo Salomón Lerner, le toca al pueblo decidir que el diálogo y la negociación reemplacen la violencia, que suspendan también su huelga. Pero no parece tan fácil, la desconfianza se ha instalado y se requiere mayores señales de respeto y coherencia para trabajar por una minería responsable dentro de un esquema de desarrollo que beneficie a todos. Demasiadas dudas e incógnitas subsisten en torno a Conga que solo podrán ser despejadas con peritajes insospechables de parcialidad, de instituciones internacionales de solvencia incuestionable.
Y es que a muy pocos convence el maximalismo del proyecto que supone secar cuatro lagunas, dos porque el oro está debajo y dos como depósito de la tierra que se removerá. Esto último aparece excesivo y hasta injurioso para pobladores de alta sensibilidad y hasta veneración por la naturaleza. No consideran aceptable que la minera construya reservorios de agua con el doble de capacidad de las lagunas para irrigar toda la zona cuando falte agua de lluvias.
Hay mucho camino para convencer. Es el momento de usar lo que Joseph Nye llama el poder blando, el de la persuasión razonada y reflexiva, opuesto al poder duro de la imposición armada y violenta que lleva a tragedias como Bagua. La población tiene sus derechos respetables, reducir el problema a simple agitación extremista es no querer verlo en profundidad. Si bien hay radicales que persiguen réditos políticos la población no es tonta, la racionalidad se impone cuando está bien fundamentada. La relación de la minería responsable con las banderas de inclusión social del gobierno es evidente, si no hay suficiente recaudación fiscal generada por la minería no habrá recursos para los programas prometidos.
Con la suspensión se ha evitado situaciones extremas en un conflicto que podía estar al límite. La violencia sin control arrastra a la inestabilidad y a la ingobernabilidad. Bien que el gobierno la haya exigido para agotar esfuerzos de convencimiento. La desconfianza ha hecho crisis y en esto la primera responsabilidad es de Yanacocha dentro de lo que cada gobierno le permita.
Los sectores extremistas quisieran radicalizar pasiones en tanto la derecha también extremista exige firmeza y coacción contra la población. Ni uno ni otro es válido. Se ha comprado tiempo para afrontar la profunda desconfianza que impedía el diálogo, acumulada en largos años de abusos y excesos, que ojalá el gobierno logre corregir con una nueva política que obligue a las mineras a servir a la comunidad y a respetar un ambiente sano en el camino a la modernidad a la que tienen derecho.
No se trata de anular totalmente Conga para que otros proyectos mineros también sean anulados. Se trata de debatirlo y exigir que se demuestre su viabilidad. Asimilar esta lección permitirá que el entendimiento se imponga para resolver problemas sin represión ni violencia.
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