¿Y LA PRESUNCION DE INOCENCIA?
Como pocos el triste caso de Ciro Castillo ha puesto bajo la lupa a los medios peruanos. Ha demostrado como ciertos medios se movilizan y actúan más por rating y sensacionalismo que por ética y respeto a la institucionalidad jurídica.
Terrible caso el del estudiante, hábilmente convertido en telenovela con todos los ingredientes del romance, sensacionalismo, sexo y demás. Versiones construidas día a día sin rigor, sin investigación, estructurando escenarios que encadenan a la audiencia sobre detalles conocidos y desconocidos, sin respeto a la dignidad de los involucrados, haciendo tabla rasa de la presunción de inocencia.
La historia de Rosario y Ciro se ha mantenido varias semanas con excesos deplorables, sin tener en cuenta los derechos humanos de la protagonista, a quien le han destruido la privacidad y la inocencia. Presentada como asesina encubierta, expuesta a los agravios colectivos sin que se hubiera demostrado su culpabilidad. Ahora que el asunto cambia con el descubrimiento del cadáver, divulgado como trofeo informativo, quién desagravia a Rosario Ponce, quién le devuelve la tranquilidad y su vida siniestrada por titulares y entrevistas excesivas?.
Nuestra prensa nunca distingue entre denunciado, investigado, acusado, procesado y sentenciado. Todos tenemos la posibilidad de denunciar y ser denunciados, con pruebas o sin ellas y los personajes públicos aún más. Una denuncia puede venir de afanes individuales de venganza o de la malsana competencia política pero hasta que la investigación legal no determine con pruebas su culpabilidad no es culpable. La presunción de inocencia lo ampara aunque los medios lo sentencien inmediatamente y lo conviertan en algo deleznable para la sociedad.
Estos matices son molestos para ciertos medios que consideran muy rentables los linchamientos mediáticos y que hacen sus juicios paralelos sin actuación de pruebas o peor aún creándolas artificialmente sin tener en cuenta las vidas y las honras que pueden destruir en su carrera por la lectoría o el rating. La dignidad humana es un factor incómodo para el sensacionalismo, práctica cotidiana que linda con la difamación o la falsa imputación.
El periodista informa, no reemplaza al juez ni tiene la última palabra. Está obligado a respetar la dignidad y el sistema de justicia. Puede dentro de su labor ofrecer elementos y criterios para que la opinión pública evalúe y saque sus propias conclusiones pero no es el protagonista y menos quien decide.
La credibilidad de los medios está en cuestión, no olvidar que trabajamos con la confianza de la sociedad. No subestimarla, no darle gato por liebre. Ahora existe Internet y sus medios alternativos que también informan y construyen opinión. Varios casos acumulados, como el lamentable de Ciro Castillo y Rosario Ponce, y estaremos ante una descapitalización del periodismo en términos de confianza. ¿Y si no nos creen cómo podremos hacer realidad el derecho a la información?. El medio es un negocio pero no cualquier negocio, su primera lealtad no es con el bolsillo de los empresarios, es con sus lectores y seguidores que saben distinguir el buen periodismo de aquel que sin principios ni ética funciona como un circo de mala calidad, sin respeto a los derechos de las personas ni a la sensibilidad de la sociedad. Los indignados del mundo tienen su correlato local también en este aspecto.
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