LIBERTAD SIN DISTANCIAS
LECCIONES ARABES
La nueva ágora es virtual, la madurez política también. La
historia del mundo árabe moderno se está rescribiendo sin
consignas dejando lecciones para quien quiera asimilarlas.
La primera es que no hay distancias para la libertad y la
democracia. El mundo es pequeño y grande a la vez. Todos
bebemos de una misma inspiración para los pueblos. Contra
las caricaturas y los intereses creados están demostrando que
el autoritarismo va acabando sus días de la mano de
juventudes alertas que comparten informaciones e ideales. Que
no aceptan ser relegadas en la vida y en la historia. Occidente
ha quedado muy mal ante el mundo. Esperando a ver si los
autócratas, a los que siempre apoyaron para mantener un
equilibrio frágil en la región, podían recuperar el poder y volver
a lo de antes. Y no han podido y las autocracias van cayendo a
un altísimo costo en vidas humanas pero caen. Obama pudo
salvar, gracias a sus reflejos, el rostro y el discurso al decidir
dar a última hora el apoyo a los libertarios egipcios. Que no a
los liberales, no confundir por favor.
Dos. Los revolucionarios árabes no lo son sólo para su región
convulsa, abandonada y vilipendiada, lo son para el mundo al
que están prometiendo un tiempo nuevo, exigiendo una forma
de gobernar y de comportarse más transparente, más de
acuerdo con lo que los políticos predican, rompiendo y
arrastrando las máscaras y los secretos a los que el poder nos
ha acostumbrado. Tiempos de Internet y de redes sociales, de
filtraciones de Wikileaks, tiempos de compartir y ver el mundo
de manera distinta, tiempos sin dictadores ni reyezuelos, sin
poderes absolutos a los que se creía habían derrotado las
revoluciones del siglo XIX, la norteamericana y la francesa,
pero pervivían y vaya cómo lo hacían. Que lo digan quienes
durante décadas sufrieron a los Mubarak y a los Kadafi.
Tres. Los jóvenes de la plaza de Tahrir, no se reclamaban de
derechas ni de izquierdas, eran libertarios y demócratas en el
sentido más puro. Las ideologías del siglo XX van camino del
desván, unidas en el estigma de la prepotencia y la ineficiencia,
de la defensa de las minorías del capital y la fuerza. Las ansias
de libertad y de progreso de jóvenes globalizados por la
información y por la tecnología son más poderosas que las
armas convencionales de un Gadafi o de un Mubarack. Más
fuerte es el sacrificio del tunecino inspirador que los cañones y
misiles comprados a altísimos precios a Occidente, perdedor
de estas jornadas épicas. Y jóvenes globalizados y
tecnologizados hay en todo el mundo, también entre nosotros.
Cuatro. Queda lo más importante. Apoyar los esfuerzos por la
construcción de la democracia y el progreso de quienes han
preferido el baño de sangre a la postergación y a la pobreza.
Viven sobre ríos de oro negro pero la prosperidad no les llega.
Washington y Bruselas, Sao Paulo a la cabeza de los
emergentes, deben hablar y actuar ahora para descartar las
dictaduras. La nueva división del mundo es entre autoritarios y
libertarios democráticos pero no está asegurada si Occidente
no se pone de acuerdo para ayudar a Oriente. Que su famoso
liderazgo se manifieste, que no se vea que sólo escondía el
interés y la adicción por el petróleo. A ver si es cierto que
Barack Obama, como lo dijo en reciente rueda de prensa, está
"en el lado correcto de la historia".
Cinco. No cabe duda que la tecnología ha ampliado
irreversiblemente el espacio público. Y que en la vanguardia se
colocan los más jóvenes. Corresponde a los Estados garantizar
la conexión libre a Internet como la mejor forma de
contrarrestar la exclusión. La revolución tiene una agenda
tecnológica que la hace posible.
Seis: Estabilidad no siempre rima con libertad ni con
democracia. Las oleadas de cambio en el mundo árabe lo han
demostrado. Estabilidad era retraso y prepotencia. No pocas
veces las élites políticas y empresariales la privilegian en
colusión con sus homólogos nacionales que apoyan las
dictaduras. La estabilidad a cualquier precio no es un valor.
Siete: Los ciudadanos del mundo sabemos ahora que podemos
presionar directamente por lo que deseamos, sin esperar a que
nos caiga del cielo. Exigir más acción y responsabilidades y
menos ofertas que desaparecen en cuanto los políticos toman
el poder.