sábado, 17 de junio de 2017


POR UN 
PRESIDENTE FUERTE


Columna de Opinión en Correo del 17 06 17


¿La forma presidencialista de gobierno contribuye a las dificultades en la democracia en América Latina? Los adeptos del antipresidencialismo apuestan por los regímenes parlamentarios que aseguran tendrían mejor desempeño. Pero ninguno es superior al otro. Lo esencial es la  eficiencia en cualquiera de ambos regímenes para la supervivencia y estabilidad de la democracia.

La fuerza de los presidentes descansa sobre poderes constitucionales y sobre partidos de gobierno efectivos con presencia congresal para decidir en la confección de las leyes. Pero cuando los partidos de gobierno no alcanzan la mayoría en el congreso como está sucediendo en el Perú nada garantiza la interacción entre el ejecutivo y el legislativo y surge la incapacidad de los presidentes para transformar en políticas un programa legislativo en el cual no tienen injerencia.

Cabría entonces una reforma constitucional para que el Congreso sea elegido cuando ya está claro quién es el presidente electo. Como acaba de suceder en Francia. Enmanuel Macrón, el presidente que dio la sorpresa en las elecciones presidenciales al dejar atrás a los candidatos de los partidos tradicionales, tiene un partido demasiado joven para ganar legislativas. El pronóstico era pesimista sin embargo ha ganado la mayoría porque los franceses han querido darle la oportunidad para que gobierne sin las interferencias de una Asamblea Nacional de mayoría opositora. Los votantes que tradicionalmente votaban por la derecha o la izquierda han renunciado a sus votos de siempre para dar fuerza a la lista de Macrón.


Si en el Perú pudiéramos elegir congresistas en una vuelta adicional, como sucede en Francia, tendríamos presidentes fuertes por voluntad popular y no este interminable conflicto entre un ejecutivo frágil y un Congreso numéricamente avasallador que nos coloca bajo pronóstico reservado generando desconfianzas y urgencias permanentes.


PARA SUPERAR 
EL INMOVILISMO

En POlítico.pe el 16 06 17

No hay democracias en América Latina donde el presidente pueda disolver el congreso como pueden hacerlo los presidentes de Finlandia y Francia. La Constitución peruana si lo permite aunque solo en respuesta a repetidas censuras de sus gabinetes con lo cual se desvía del modelo presidencialista.

Las críticas al presidencialismo vienen de que pocas democracias que lo aplican son estables por mucho tiempo. Se cree que es una fórmula menos exitosa que el parlamentarismo. Pero la clave -como lo estamos viendo en el Perú- está en el equilibrio de poderes y en la forma en que el Congreso es elegido cuando aún no se sabe quién será el ganador de la segunda vuelta. Así damos una mayoría a la que podría ser la segunda fuerza y no a quien será el jefe del Ejecutivo.

De otro lado el mandato fijo del cargo presidencial introduce una rigidez menos favorable a la democracia que la flexibilidad que ofrecen los mecanismos parlamentarios de no confianza y disolución. Los presidencialismos ofrecen menos flexibilidad en situaciones de crisis porque todo intento de cambiar al presidente hace peligrar al régimen. El presidente es incapaz de acciones coherentes debido a la oposición parlamentaria pero ningún otro actor puede resolver el problema jugando dentro de las reglas democráticas. Así no sólo es difícil remover a los presidentes de sus cargos, sino que ellos puedan reforzar su autoridad mediante un voto de confianza o por disolución del parlamento para convocar a nuevas elecciones. Lo que tenemos es una contradicción entre el deseo de un ejecutivo fuerte y estable y su debilidad real.

Los presidentes elegidos con escaso apoyo en el congreso enfrentan amargas luchas de poderes y son incapaces  de implementar su agenda pudiendo llegar al indeseable inmovilismo que es ingrediente crucial de los golpes de Estado. Además puede alentar al radicalismo o los populismos para superar la ineficiencia de las democracias débiles.

En un sistema parlamentario, el partido del primer ministro puede reemplazar a su líder, o un socio de coalición puede retirar su apoyo y provocar un cambio de gobierno sin recurrir a un golpe, mientras que este podría ser la única forma de remover a un presidente que carece de apoyo.

Cabría entonces una reforma constitucional para que el Congreso sea elegido cuando ya está claro quién es el presidente electo. Como acaba de suceder en Francia. Enmanuel Macrón tiene un partido demasiado joven para ganar legislativas. El pronóstico era pesimista pero ha ganado la mayoría porque los franceses le han dado la oportunidad de que gobierne sin las interferencias de una mayoría opositora en la Asamblea Nacional. Si en el Perú pudiéramos elegir congresistas en una vuelta adicional como sucede en Francia tendríamos presidentes fuertes por voluntad popular y no este interminable conflicto que tan peligrosamente nos conduce al inmovilismo.